BannerTextoDavid

Soy pastor y me abrí una cuenta en la aplicación de citas

Por David Gaitán
@dabycito

Y no de citas bíblicas necesariamente, sino aquella que proporciona encuentros entre diversas personas para concretar nuevas relaciones afectivas o sexuales. Sí, sexuales. Y cuidado, debo advertir que el contenido de este artículo puede llegar a ser perjudicial para sus prejuicios, así que recomiendo leerlo con discreción, o en el mejor de los casos, abstenerse de hacerlo.

Las historias que he contado a través de mi ejercicio periodístico, y que tienen más éxito, son aquellas que nacen de mi propia curiosidad. ‘¿Qué habrá pasado con Creciendo en Gracia después de la muerte de su líder? ¿Cómo es eso de que hay un pastor en ejercicio quien se autodenomina agnóstico? ¿Cómo así que hay otro pastor que además lee la carta astral? ¿Por qué, si para un gran porcentaje de cristianos la homosexualidad es considerada un pecado, hay iglesias protestantes que están ordenando gente LGBTI al ministerio? ¿Qué pasaría si al final descubrimos que no hay vida después de la muerte?‘, y otros temas de los que poco o nada se habla en medio de la comunidad eclesiástica, son aquellos que me mueven a investigar y aportar en una discusión casi inexistente.

Este artículo no es la excepción. Como cristianos hemos desarrollado ciertas curiosidades a cosas, fenómenos o modas que ocurren a nuestro alrededor y que simplemente las ignoramos porque no nos es permitido tener mucho contacto con ellas, no sea que nos hagan caer en pecado. A veces, a las personas que me rodean, se les dificulta un poco reconocer los diferentes roles que me son inherentes, como el pastoral, el periodístico o el familiar. Pero a riesgo de las piedras que puedan venir, quise ceder a la curiosidad que me despertó el interrogante sobre cómo sería la experiencia de tener presencia en estos sitios sociales, los cuales tienen millones de afiliados alrededor del mundo, incluidos cristianos, y que han facilitado también cientos de encuentros e incluso relaciones de todo tipo, desde amistades, hasta sexuales, pasando por noviazgos, compromisos, matrimonios y divorcios.

Hay una pieza musical que se está popularizando rápidamente en redes sociales y emisoras radiales alrededor del mundo, se trata de la más reciente colaboración entre el cantante Residente y Dillon Francis, la cual se puede encontrar en Youtube y otras plataformas musicales.  De esta canción hay una frase que llamó mi atención desde el primer momento en que la escuché por lo acertada, “queremos sexo, no es juego”, expresa el artista. Y digo acertada porque como insinúa el cantante al comienzo de la misma, esta se habría inspirado en algunos postulados del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud.

Así comenzó el plan de armar mi perfil. Primero, seleccionar una aplicación que no fuera tan popular, para no ser descubierto a primera (a propósito, por favor no le vayan a mostrar este artículo a Ivonne), y luego escoger las fotografías que estarían mostrándose a las demás personas, las cuales provienen directamente de mi cuenta de Facebook. A su vez, y como lo recomiendan algunos blogs de internet, porque hasta para ser exitoso en estos escenarios es bueno realizar una investigación previa, idear una descripción o autobiografía llamativa e ingeniosa, que cuente con algo de humor preferiblemente. La mía se lee así: «Letras, arte, filosofía, humanidades» ¿Suena bien? Lo pensé más de una vez para incluir ahí el pastorado o la teología, pero al final, ya saben, lo negué, o para ser más preciso, lo omití. Espero poder obtener algún día el perdón por esto.

Una vez abierto el perfil y verificada mi identidad a través de una fotografía de tipo autoretrato, más conocida en el mundo digital como ‘selfie’, y mi número telefónico, comencé a navegar por los diferentes menús y submenús de la aplicación. Desde el primer momento se pueden configurar las preferencias de búsqueda. Comenzando por el género y la orientación sexual, hasta llegar al rango de edad de las personas con quien se quiere contactar.

La dinámica es muy sencilla. Frente a la pantalla aparecen las fotografías y perfiles de cientos de miles de personas y con un «me gusta» (corazoncito) o «no me gusta» (equis), se puede descartar o aceptar a quienes pasan por el catálogo que, aleatoriamente, el programa nos pone en frente de acuerdo a las preferencias establecidas previamente.

Una vez el usuario ha dado «me gusta» a los diferentes perfiles que ha visto, debe esperar que ‘al otro lado de la línea‘, en algún lugar, alguien responda también con un corazón y entonces se genere una conexión, ‘match’ o ‘crush’, dependiendo de la plataforma elegida. Es en este momento en el que se puede iniciar una conversación con esa persona ya que se habilita la opción de chat. Así que allí estaba yo, en el baño, ‘jugando’ a descartar o aceptar gente.

Y digo jugando porque quienes inventaron este tipo de espacios virtuales lograron llevar el flirteo justamente a aquel escenario. Al parecer ellos entendieron todo, pues como dice Ariel Ortiz, ingeniero de sistemas colombiano y máster en Creación Multimedia de la Universidad Ramón Llull, «para sobrevivir es necesario asumir la vida como lo que es, un juego».

En estos espacios se encuentra de todo, pero me llamó profundamente la atención la cantidad de mujeres (ya que en mis preferencias seleccioné no recibir perfiles de hombres) que se esfuerzan en dejar claro que no buscan ‘sexo casual, pasar el rato, enviar el pack’ (anglicismo que hace referencia a enviar o recibir fotografías eróticas, pero no necesariamente con desnudos explícitos, para lo que se utiliza la expresión «send nudes», aunque los significados de las expresiones en Internet pueden ser tan diversos, como personas o comunidades que los usan), ‘cibersexo’, no desean recibir imágenes eróticas o de penes en primer plano, ni gustan de los morbosos. No me quiero imaginar la calidad de mensajes que reciben como para ceder el espacio de sus ingeniosas biografías a este tipo de aclaraciones.

Esto, aunque suene extraño, tiene todo el sentido, pues según una publicación de El Universal de México, programas como ‘Tinder’ no se piensan para propiciar encuentros sexuales exclusiva o principalmente. Sin embargo, la idea de un encuentro ocasional de este tipo sigue siempre estando en el aire.

Durante mi experiencia me encontré algunos rostros conocidos, cristianos, de los cuales, un par, tienen esposo. ¿Qué habrán pensado cuando me vieron en las mismas? ¡Qué nervios! En todo caso esto no debería resultar sorprendente, la dinámica sexual en medio de comunidades de fe cristianas no católicas tiende a ser, como mínimo, peculiar.

La atmósfera estaba llena de una ‘energía’ muy especial. Las lágrimas de los asistentes eran el común denominador en medio del momento más sublime del fin de semana. Llantos en todas sus formas se hacían escuchar muy por encima de la música de piano y la oración sentida del predicador, quien guiaba en una plegaria de arrepentimiento al auditorio. ‘Habíamos pecado‘ y este era el momento en el que podríamos ponernos a cuentas con Dios.

Esta era una de las últimas sesiones del encuentro al que asistimos en una finca a las afueras de la ciudad y que, como su nombre lo indicaba, nos traería un cara a cara con el Señor. Jóvenes de entre los 12 y los 25 años nos retiramos ‘del mundanal ruido’ para escuchar la voz del cielo, y así, con ‘solo un toque’, ser limpios de nuevo. Por eso esta sesión, la cual resultaba como una de las más dramáticas del evento, debía ser preparada cuidadosamente. Los hombres y las mujeres nos separamos en dos grupos para esta actividad estando en salones diferentes.

Hacía apenas unos minutos antes de aquel momento, y luego de una emotiva charla que nos dejó en claro ‘los peligros de vivir en la inmoralidad sexual‘, había comenzado el tiempo de confesiones, en el que los participantes (dentro de los que se encontraban menores de edad) pasaban al frente, tomaban el micrófono y confesaban sus pecados sexuales, abusos de los que fueron objeto e incluso sujeto, momentos de autocomplacencia sexual y otras experiencias relacionadas.

Lo que más llamó mi atención ese día fue presenciar con mis propios ojos que alrededor del 95% de los asistentes habíamos aceptado públicamente la masturbación como práctica regular, pero la sorpresa se completó, cuando me contaron que en el grupo de las jovencitas el porcentaje era más o menos igual, aunque un poco menor. Desde entonces y con respecto a lo que estaba viendo, tuve una seria duda en cuanto al discurso de la pureza al cual habíamos estado expuestos por varios años y a la eficacia del mismo, pues se nos enseñó que aún esta práctica es un pecado al mismo nivel del adulterio y la fornicación, ya que ‘aquel que desea una mujer en su mente, ya pecó con ella‘.

Sin embargo, en aquel encuentro se me destaparon los ojos a otra horrorosa y peor realidad. Varios de los asistentes aceptaron también haber sido objeto de algún tipo de abuso sexual, perpetrado por personas cercanas dentro de las cuales también se encontraban cristianos.

El pastor y líder teológico latinoamericano César Soto admite que «es ridículo estar en un evento de jóvenes y decir frases como ‘alguien aquí se masturba’, porque es un hecho que casi el noventa por ciento de los asistentes lo hace». Hablé con él sobre el porqué de sus declaraciones y me explicó que la ‘hipersexualización’ de la sociedad a través de los medios de comunicación, más la fuerte carga hormonal en los jóvenes, hace que naturalmente estos tengan episodios de autosatisfacción sexual como respuesta a tales condiciones.

Según el Doctor Erik Erikson, durante la adolescencia y la juventud, el ser humano está recibiendo cargas hormonales y físicas que lo impulsan a descubrir, definir y desarrollar su sexualidad de cara a la vida adulta. Además sugiere que una interrupción o atentado contra estos procesos, puede degenerar en una mala conducta sexual en sus años posteriores [1].

Así mismo, el Dr. Santiago Ramírez declara que «cuando la cultura y la biología entran en contradicción, el terreno se vuelve propicio y fértil para el conflicto, la problemática y la patología» [2]. Esto quiere decir que cuando no se permiten los desarrollos naturales biológicos desde la represión, se pueden llegar a desencadenar comportamientos adversos con respecto a la sexualidad adulta. La masturbación, según la ciencia, es una de esas vías de desarrollo natural sexual en las personas [3].

Esto quiere decir que la misma naturaleza, a través del cuerpo humano, tiene descargas hormonales que afectan los comportamientos sexuales del individuo. La lucha en contra de esos impulsos, en rigor, sería ‘antinatural‘, palabra bastante usada por grupos religiosos contemporáneos. En el caso del juicio hacia comportamientos de autosatisfacción sexual como la masturbación, desencadenaría, en el caso de los hombres, los conocidos sueños húmedos, los cuales incluso también son condenados dentro de algunos círculos evangélicos; en el caso de las mujeres, podría degenerar en cambios de estado de ánimo, desarrollo sexual, afectar la imagen o incluso el estado reproductivo [4].

Pero si desde la medicina el panorama es esclarecedor, la psicología también tiene algo que decir. Para el austriaco padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, natural enemigo de la mayoría del evangelicalismo, las pulsiones humanas de placer, tienen todas su asidero en la sexualidad, no necesariamente entendiendo esta última en términos de erotismo o genitalidad [5]. Esto quiere decir que todo lo que la humanidad encuentra placentero, tiene que ver con su sexualidad. De esta manera, una interrupción o distorsión, tanto en la infancia, como en la adolescencia, tendrían consecuencias negativas en el desarrollo de lo que él define como hombre racional, ‘yo y superyó’ [6].

Y me refiero a Freud como enemigo ‘natural de la mayoría del evangelicalismo’ porque este último, en vez de acercarse a estudiarlo, lo ha satanizado por sus posturas, provocando así un oscurantismo evidente en medio de sus círculos religiosos.

Así, el desarrollo sexual, al verse limitado en cualquier momento de la vida, no solo durante la niñez o la adolescencia, sino incluso en la adultez, trae consecuencias que toman distancia ampliamente del discurso religioso de ‘virtud‘.

Ejemplos dentro de las congregaciones hay muchísimos. Desde los episodios de pedofilia y pederastia en la iglesia de Roma, hasta los escándalos sexuales evangélicos a través de la historia.

Todavía recuerdo el impacto de la caída del famoso tele evangelista americano de la década de los setentas, ‘Jimmy Swaggart’ a nivel mundial, cuando una prostituta descubrió su adulterio. Incluso en medio de ministros latinoamericanos los casos descubiertos son muchos. Desde el escándalo del cantante de música religiosa Juan Carlos Alvarado, hasta el del tele evangelista Tommy Moya, pasando por el momento de separación protagonizado por Benny Hinn, otro influyente pastor evangélico y su presunto ‘affaire’ con Paula White, quienes, aunque no son latinoamericanos, sí han tenido mucha influencia en estas tierras.

En Colombia las historias y escándalos sexuales tampoco son pocos. Uno de los más destacados de la ‘vieja guardia’ habría sido el presuntamente protagonizado por el líder del movimiento de Adoración de los años 80’s, Edgardo Peña, quien en varias oportunidades habría reconocido su adulterio. Muchas de las grandes organizaciones tienen en sus archivos historias de infidelidad sexual por parte de algunos de sus líderes. Así el caso de uno de los más sobresalientes del G12, Richard Santiago, quien habría aceptado también la infidelidad a su esposa. Otro de los conocidos episodios, habría sido el del ministro de música y pastor David Scarpeta hace algunas décadas, razón por la cual habría salido de la Iglesia Manantial y ahora pastorea en los Estados Unidos. Así mismo la vida del pastor Colin Crawford se habría visto envuelta en escándalos de orden sexual por infidelidad. Otros que se podrían sumar a la lista, serían el pastor Silvio Barahona de la Cruzada Cristiana de Santa Isabel y el apóstol Juan de la Cruz Piñeros de la iglesia Wesleyana Norte, quien habría sido también señalado de adulterio, pero con relaciones homosexuales. ‘Queremos sexo, no es juego’.

Uno de los escándalos internacionales recientes más sonados es el del cantante Israel Houghton, de quien sus discos fueron retirados de las tiendas cristianas y su música censurada en cientos de púlpitos alrededor del mundo. Porque ese es el procedimiento cuando estas situaciones se presentan: el silencio, la deshonra y luego una actitud que invita a ignorar los hechos, como si nunca hubiesen ocurrido, porque son vergüenza.

Como estos, conozco otros, varios casos de infidelidad sexual, adulterio, sexo prematrimonial, abusos sexuales y relacionados que no voy a citar por lo extenso que resultaría este documento. De hecho, en cierto momento estuve tomando algunas sesiones de psicoterapia con un pastor, psicólogo clínico, a quien después de un par de meses de iniciar este trabajo conmigo, le estalló un escándalo de inmoralidad de orden sexual. Pero un episodio que no se puede dejar pasar por alto es el denunciado por diversos medios de comunicación tras el hackeo que sufrió el sitio de citas sexuales Ashley Madison, el cual estalló en un escándalo que habría salpicado a por lo menos 400 ministros religiosos cristianos en los Estados Unidos y Canadá en el año 2015.

En oportunidades anteriores he recibido críticas sobre exponer este tipo de situaciones o traerlas sobre la mesa, pues, supuestamente, con ello estoy aportando al desprestigio de la iglesia. Sin embargo, reseñar una acción que ocurre no es desprestigiar, sino la acción en sí misma es la que lo hace. En todo caso, la vida sexual dentro de comunidades de fe no debería ser objeto de vergüenza, más bien una invitación a abordar los temas, a hacer estudios y análisis serios, a revisar paradigmas; mi oficio periodístico me obliga a hacerlo.

Si se han superado temas como el divorcio y nuevo casamiento en casos como el de la embajadora de Colombia en Francia Viviane Morales, el pastor Ricardo Rodríguez de la iglesia Centro Mundial de Avivamiento y el Apóstol Gustavo Páez del Centro de Alabanza Oasis, ¿por qué no hacer lo propio con la vida sexual y reproductiva dentro de la cristiandad en general?

Y con esto no pretendo ‘apologetizar’ una suerte ‘de libertinaje de la inmoralidad sexual‘, ni nada por el estilo, dentro de la iglesia; tampoco señalar a quienes han incurrido en estas prácticas. El objetivo es que nos demos cuenta que estas cosas están pasando, y mucho más frecuentemente de lo que quisiéramos admitir. Si así están los líderes evangélicos, ¿cómo estarán los cristianos de a pie?

Según algunos estudios, más del 90% de las personas casadas, en algún momento de sus vidas se han visto involucradas en algún tipo de relaciones sexuales, amoríos o romances fuera del matrimonio, sean de orden sexual o sentimental, incluso, de una sola noche.  Ante este panorama, es casi seguro que todos los matrimonios se enfrenten a un episodio de infidelidad por uno o ambos cónyuges.

La pregunta entonces sería, ¿estamos preparados para ese momento?, sobre todo, cuando las parejas cristianas no están exentas de esto, pues de acuerdo a investigaciones publicadas por Religious Tolerance [7], los índices de divorcio entre parejas ateas y creyentes son los mismos en los Estados Unidos; la mayoría de estos por infidelidad [8].

En el caso de abusos sexuales en menores de edad, las cifras tampoco son muy alentadoras. Según un estudio realizado por el ministerio argentino Placeres Perfectos, los altos índices de este tipo de flagelo en medio de familias cristianas son tan aterradores como decepcionantes, sobre todo porque muchos de estos han sido perpetrados por personas cristianas practicantes [9].

En este sentido, la iglesia evangélica está muy preocupada por el celibato de Roma, pero ‘se hace la de la vista gorda‘ con lo que está ocurriendo dentro de sus filas.

En este punto los lectores podrán identificarse, o no, con lo descrito hasta ahora, desde sus propias prácticas de autosatisfacción sexual, hasta sus fantasías sexuales, situaciones sexuales pre matrimoniales o adúlteras, en caso de haberlas tenido; e incluso algunas insinuaciones de tipo sexual realizadas por líderes, pastores o hermanos dentro de sus comunidades de las que fueron objeto. Apelo a esta premisa por lo denso de este tema, del cual no se habla mucho. Es necesario iniciar una conversación seria, informada, científica y filosófica al respecto.

En medio de la investigación para este artículo me encontré con Pablo*, un joven exitoso que ‘dejó de congregarse’ hace más de tres años, cansado de, según sus palabras, la manipulación en la iglesia. Me contó que hace un par de meses recibió la llamada de una amiga que conoció en un campamento de jóvenes y quien hoy en día es la directora del Ministerio de Alabanza de una iglesia mediana en la calle 80 en Bogotá. En dicha llamada recibió la invitación a ‘pasar un fin de semana en el apartamento de ella’. «Las cristianas son las más terribles», comenta.

Conmigo también habló Juan*. Él es un joven de más de treinta años que vivió todo el final de su infancia, adolescencia y juventud en la iglesia. Al ver que pasaban los años y no encontraba su ‘ayuda idónea’ en los rediles cristianos, decidió abrirse una cuenta en la aplicación de citas. Un buen día recibió el ‘match’, por parte de una bella mujer. Comenzaron las conversaciones a través del chat y la conexión comenzó a subir de nivel. Pronto la joven accedió a enviarle fotografías de ella desnuda a cambio de un video de él masturbándose. Una cosa llevó a otra y el momento fue propicio para acceder. Así él, seducido por su interlocutora, envió el material solicitado y en menos de cinco minutos fue extorsionado a pagar una alta suma de dinero para no ser avergonzado frente a sus contactos en las redes sociales. Según él, no accedió a dar dinero y no pasó nada más que el susto. Tiempo después encontró a quién se convertiría en su pareja estable a través de esta misma red social y hoy planea casarse con ella.

La historia de Freddy* me resultó profundamente conmovedora. «Soy homosexual desde que tengo uso de razón y esta condición nos complica la existencia por la clandestinidad que debemos manejar. Siendo cristiano desde cuna, la culpa por mi orientación me ha robado el sueño y la paz más de una noche, sin embargo mis impulsos sexuales me llevaban a buscar parejas casuales periódicamente, sintiendo después un remordimiento aplastante. Un día, en la calle, me crucé con un joven que me resultó apuesto. Los homosexuales tenemos códigos para reconocernos y ciertos gestos y miradas para poder concretar algún encuentro furtivo. Él me recibió las señales y luego de cruzar un par de palabras me pidió que lo acompañara a un motel. Una vez estando en el lugar, yo entré al baño para tomar una ducha y de repente sentí un fuerte dolor en la espalda que me tumbó al suelo, era él junto a otros tres hombres que me dieron patadas mientras me insultaban por mi orientación sexual para así robarme mis pertenencias. En ese lugar lloré como un niño desconsolado, la vida ha sido muy difícil para mí». Freddy ha escrito un libro y actualmente tiene un ministerio que, según él, ayuda a homosexuales a «curarse».

Periódicamente recibo preguntas de parejas de novios que dentro de la iglesia están sosteniendo relaciones sexuales prematrimoniales y me consultan sobre las implicaciones bíblicas de las mismas, sus consecuencias y la manera de dejar de sentir culpa, pues habiendo intentado todo, no pueden parar de intimar. En sus comunidades no se habla del tema y todo se reduce a una explicación: pecado.

De vez en cuando me acuerdo de Ginna*, una jovencita del grupo de jóvenes con quien coincidía en las reuniones durante mi adolescencia. Con el tiempo, y hablando con otros amigos del tema, me comencé a enterar que ella sostuvo relaciones sexuales con varios de ellos. Ante este panorama encuentro dos caminos, o que estos jóvenes alardean sobre algo que nunca ocurrió (como suele pasar con chicos hablando de sus hazañas), o que en verdad Ginna tuvo una vida sexual bastante activa durante aquellos años. Sin embargo, en cualquiera de los escenarios, el adjetivo más frecuente y tristemente utilizado hacia ella, por quienes afirman haber intimado con ella, es el de ‘perra’.  Y esto me empuja inevitablemente a la reflexión, porque brota tan naturalmente el heteropatriarcado en medio de la mayoría de estas comunidades religiosas, que a una mujer, por el hecho de serlo, no le es permitido gustar de, y disfrutar su sexualidad; pero si es un hombre, entonces está un poco mejor visto.

Todavía pienso en la cantidad de veces en las que, siendo parte de la audiencia, presencié el momento en el que mis amigos o amigas confesaban su pecado sexual frente a toda la comunidad, esto con el ánimo de ‘avergonzar al diablo’. Se convirtieron en comidilla de los chismes por haber resultado en embarazo o por haber sido ‘pillados’ en el acto. Sin embargo, cuando yo descubrí al líder en prácticas similares, abogó por no someterse a este proceso, no quiso hacerlo y usó su poder para evitarlo. Y no tenía por qué, nadie tiene, pero la vida privada muchas veces no existe en este tipo de congregaciones porque es más importante la religión que el bienestar de las personas.

Me resulta absolutamente paradójico que mientras la iglesia evangélica realiza activismo político en contra del aborto, ella sea una de las más grandes causantes del mismo, pues, al tiempo que presiona psicológicamente, logra que las jovencitas dentro de sus comunidades, por vergüenza, miedo o rechazo, prefieran ocultar sus embarazos hasta casi el final del mismo, e incluso tomen el aborto como opción. ¿Cómo será de implacable la actitud hacia ellas que prefieran terminar la vida en el útero antes que ser expuestas? Porque como dice el observador teológico Julio Cesar Bedoya, «la iglesia, en vez de cuestionar si el aborto conduce al infierno, debería preguntarse dónde estaba cuando las mujeres tomaban tal decisión».

Eduardo*, quien también es un amigo de juventud cristiana, me contó cómo vio hace unos días atrás a uno de los líderes del ministerio de «la liberación e intercesión», entrar a un Motel con una señorita que no es su esposa… ¡Exacto! Yo también me pregunté cómo lo había visto. Ustedes sacarán sus conclusiones. Las mías quedaron despejadas cuando además me confesó haber visto a otro de los miembros del equipo pastoral de aquella iglesia a la que íbamos hace años en un burdel, viendo el baile erótico de una de las jóvenes.

Los jóvenes y adultos están sosteniendo relaciones sexuales ‘indebidas’ dentro de la iglesia y este hecho está siendo deliberadamente ignorado y callado desde la palabra «pecado». Con esto no quiero decir que el cien por ciento de las personas tienen estas prácticas, pues hay muchas personas que creen y viven firmemente el discurso de la ‘santidad sexual para ser aprobados delante del Señor’.

‘Queremos sexo, no es juego’. «Si usted se está quemando, cásese»; recomienda Pablo, el autor bíblico; y aunque no es mi intención generar reflexión teológica en este artículo, sí me queda haciendo ruido la metáfora que usa en esta porción bíblica. Quemarse es un verbo violento, fuerte, y su significado lo es más. Quemarse genera desesperación, intranquilidad, toca el cuerpo pero también la mente. Pensar en esa metáfora puede darnos una idea de lo que el escritor quería expresar.

Me escribió Claudia* a través de la aplicación de citas. Me dejó muy claro que estaba aquí para hacer amigos y ojalá encontrar a alguien que pueda acompañarla por el resto de su vida. Sin embargo, también me aclaró que sabía que para poder llegar a encontrar al hombre que se convierta en su complemento a través de esta aplicación, ‘deberían pasar cosas antes‘ y ella está dispuesta a hacer lo necesario. No hubo más mensajes una vez se percató que soy casado.

Jugando y navegando me encontré también con un número incontable de mujeres, quienes dejan claro que no buscan ‘encuentros casuales’, sino que se inscribieron en la aplicación para establecer una relación seria y duradera, alguien que las ame a ellas ‘y a sus hijos’, por lo general, dos o tres. Ante la tragedia de muchas de estas mujeres, quienes no tuvieron la posibilidad de decidir sobre su sexualidad y su cuerpo por la presión heteropatriarcal que hoy las tiene en condición de vulnerabilidad por cuando el o los padres de sus hijos son ausentes y dejaron sobre sus hombros la responsabilidad de la crianza, yo me pregunto ¿cómo combatir tanta ingenuidad que les fue impuesta y de la cual son también víctimas?, ¿quién hizo tal desastre a nuestras sociedades y cómo podemos contrarrestarlo? ¿Cómo podemos encargarnos de los huérfanos y las viudas, siguiendo el mensaje salvífico bíblico, pero además proveer escenarios de satisfacción sexual para ellas, de los cuales también tienen derecho? Al mismo tiempo veo campañas como «más valores, menos condones», promovidas por las iglesias evangélicas en el afán de imponer a una sociedad secular sus creencias religiosas, pero con el agravante de tener dentro de sus patios un montón de ‘ropa sucia‘, de la cual no se han hecho cargo. Preocupante.

Víctor*, con toda honestidad, me brindó un par de recomendaciones si es que yo quería tener éxito en la aplicación. «Usted tiene que aprender a no ser ‘bobito’, ni meterle corazón a esto. Si quiere conseguir novia, bien pueda; ¡hágale!, seguro pescará algo bueno. Pero si lo que quiere es sexo, olvídese de los sentimientos, vaya a lo que va, ‘levántese’ una vieja, dígale lo que tenga que decirle, cómprese una ‘sim card’ paralela y una vez hecho el acto, no vuelva a llamar, ni a contestar el teléfono. Después las viejas entenderán». Para finalizar su asesoría me recomendó buscar a «las que se vean más humildes o que no tengan tanto estudio, son más fáciles de convencer».

Y no sólo en medio de estos escenarios virtuales, sino aún en la vida del día a día, pienso en la complejidad de las relaciones de poder en medio del cortejo, enamoramiento, encuentros casuales e incluso noviazgos y matrimonios. En eso, como sociedad, en su mayoría todavía somos bastante ignorantes, pues no tenemos mucha idea de cómo funcionan o cómo construirlas. Porque es difícil, aunque no imposible, que dos personas en igualdad de condiciones decidan libremente relacionarse con las reglas que establezcan juntos, sin el aprovechamiento de los roles de poder o la manipulación. Todavía es más difícil encontrar el diálogo en medio de muchas parejas para construir relaciones sanas y plenas, sin importar los límites que se establezcan o se derriben.

Sí. ‘Queremos sexo, no es juego’; pero las parejas de años no lo practican y como consecuencia, ingenuamente, esperan que la relación en vez de empeorar, mejore; pero justamente con estas ambiciones estamos quedando cada vez más en evidencia. En todo caso la iglesia no se ocupa de estos temas, ya quedó solucionado: pecado.

Pero, ¿cómo podemos proveer educación sexual en medio de ‘tanta mugre bajo la alfombra’ si estamos fallando en los mismos cimientos de las relaciones? ¿Cuándo tendremos la honestidad teológica para aceptar que las imágenes que tenemos de las relaciones matrimoniales bíblicas están permeadas por nuestra pésima hermenéutica? Muy difícil, cuando ni siquiera nos hemos enterado.

¿En qué momento podremos ‘ser luz’ en medio aún de la virtualidad que, como expresa el pastor César Soto, cosifica y convierte en objeto de mercado a la mujer o a las relaciones sexuales en sí mismas? ¿Cómo podemos incluso, si es que vamos a generar escenarios de reflexión de libertad sexual, lograr que las relaciones interpersonales de esta índole sean en igualdad de condiciones, por voluntad propia y no bajo la enajenación del sistema que sea? ¿Cómo podemos ser luz aún en medio de nuestras relaciones sentimentales, afectivas y sexuales?

Referencias y comentarios:
[1] Acta Pediátrica de México, Vol 23. Núm 4. Julio-Agosto 2002
[2] Ídem (Ramírez, S. Higiene mental del adolescente a nivel de la familia. en: Infancia es Destino 8ª. Edición, Siglo XXI editores, México 1985)[3] González, G. Ginecología y Sexualidad. Revista Cubana de Medicina Integral. V. 18 N. 5. La Habana, Septiembre – Octubre. 2002
[4] Ídem
[5] Pepiol, Marc. Freud, un viaje a las profundidades del yo. Buenos Aires: Bonalletra. 2015.
[6] Para Freud, las etapas de desarrollo del hombre se resumen en tres estados, ello, yo y superyó. En donde el primero es absolutamente irracional y obedece más a instintos naturales y satisfacción, el segundo desarrolla una conciencia de límites hacia el primero; y el tercero es totalmente analítico y racional, abstencionista y rígido.
[7] Consultado en Octubre de 2017 de: http://www.religioustolerance.org/chr_dira.htm 

[8] Gaitán, David. SalvaDos. En revisión. 2018.
[9] Cinalli, José Luis. “La Iglesia al Desnudo”. Argentina: Placeres Perfectos. 2012.
* Nombres cambiados para guardar la identidad de los personajes. 

 

David A. Gaitán es periodista, escritor, productor de radio y televisión, bloguero y consultor internacional en temas de comunicación, redes sociales, de liderazgo y teológicos, cuya influencia se ha extendido a lo largo y ancho de Hispanoamérica y Estados Unidos a través de sus letras en temas sociales del siglo XXI.

Sus investigaciones y aportes periodísticos han sumado voces a la discusión política, teológica y social, trayendo importantes cuestionamientos con respecto a comportamientos humanos y proponiendo temas de evaluación para mejorar comunidades. Está casado con Ivonne, es padre de Camila y hace parte de un grupo de pastores/as y teólogos/as que se identifican con movimientos teológicos contextuales en Hispanoamérica y Estados Unidos.

Share on facebook
Share on twitter
Share on email