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Dietrich Bonhoeffer: una fe mundana

Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) es un pensador recordado más por su vida que por sus ideas. Sin embargo, desarrolla imágenes valiosas para la teología posterior a la Guerra, tales como la creencia en un cristianismo sin religión y la apuesta por una vida cristiana «como si Dios no existiera». En este pastor luterano hallamos la encarnación de una fe mundana.  

Antes de 1972, Bonhoeffer era poco conocido en Alemania y en el mundo. Pero fue el Obispo católico Gerhard Ludwig Müller quien rescató su figura y pensamiento del olvido y resaltó su dimensión de mártir.

Dietrich Bonhoeffer nació el 4 de febrero de 1906 en Breslau, Alemania, como uno de los ocho hijos del psiquiatra, neurólogo y profesor universitario Karl Bonhoeffer y de Paula von Hase, hija de un reconocido linaje de pastores. De una familia altamente educada y más bien alejada de la Iglesia Protestante, a la cual solamente pertenecía nominalmente.

En 1918, ante la muerte de su hermano Walter en la guerra y la tristeza de su madre, Dietrich se hizo muchas preguntas sobre el sentido de la vida y decidió estudiar Teología como un modo de hallar significado. Empezó sus estudios en Tübingen, realizó un semestre de intercambio en Roma, donde sintió una profunda familiaridad con la Iglesia y la Teología católicas, y regresó a Berlín para escribir su tesis doctoral titulada Sanctorum Communio.

La tesis de Bonhoeffer es un aporte a la eclesiología ecuménica de los años 20, cuando los acercamientos entre católicos y protestantes todavía eran incipientes. En ella desarrolla la idea de que Cristo existe en la comunidad y que la Iglesia es una persona espiritual, la suma de todos los creyentes, más allá de las instituciones. Para este teólogo, una persona puede ser comprendida como una relación. Dios es una relación y la Iglesia también lo es. Por esto la Iglesia es una persona colectiva, una realidad de carne y hueso, no un concepto dogmático. La Iglesia tiene una responsabilidad ante el mundo. Ella debe estar contra el mundo en el mundo, no afuera de él, y construir modos responsables de vivir en sociedad.

En 1928 Bonhoeffer realizó su vicariato en Barcelona, en una pequeña comunidad luterana, y en 1930 presentó su trabajo de habilitación para ser docente universitario. En este mismo año realizó un intercambio en el Union Theological Seminary de Nueva York, donde compartió con teólogos y creyentes afroamericanos, de origen bautista y pentecostal. Ya que también era pianista, Dietrich aprendió otros modos de espiritualidad a través de la música.

Con la llegada de Adolf Hitler al poder en Alemania, en el año de 1933, Dietrich Bonhoeffer se reunió con diferentes líderes de la Iglesia Protestante para manifestarse en contra de las intenciones antijudías del Nacionalsocialismo. De este modo estableció una red de opositores a esta ideología y forma de gobierno, no solamente entre los luteranos, sino también con reformados, anglicanos y católicos.

En 1935 dirigió el Seminario de predicadores de la Iglesia Confesante (movimiento protestante que se oponía a Hitler) en Finkewalde, donde vivía en comunidad con sus estudiantes y promovía una espiritualidad ecuménica. Este Seminario fue cerrado en 1937 por la Gestapo (la policía secreta alemana) y Bonhoeffer continuó preparando a los estudiantes de forma ilegal.

En ese mismo año publicó Nachfolge (El seguimiento –en castellano se publicó como «El precio de la gracia»). En este libro, Bonhoeffer retoma el concepto protestante de la Gracia y lo pone en cuestión, tratando de acercar la postura católica acerca de las Buenas Obras a la mirada protestante acerca de la Gracia. Este pastor luterano considera que la Gracia es costosa e implica también hacer Buenas Obras. Jesús ofrece Gracia pero invita a la obediencia, tal como le dijo siempre a sus discípulos: «sígueme».

En contra de la interpretación protestante clásica, Bonhoeffer recuerda a sus lectores que Lutero dejó el monasterio no para vivir como el mundo, sino porque el monasterio se había convertido en un negocio. Ser cristiano es vivir como un discípulo y una discípula de Jesús en el mundo pero con los valores del Reino. Esto no lo acerca a un cristianismo moralista, el cual reduce la santidad a términos sexuales y reproductivos, sino que expande el mensaje de la Gracia a la responsabilidad social. Seguir a Cristo no es seguir una doctrina ni una moral, sino dar la vida por los marginados.

Aquí es importante resaltar la inteligencia de Bonhoeffer, quien se dio cuenta de que el protestantismo alemán apoyaba el pecado político de los nazis mediante la justificación teológica del pecador. Hizo caer en cuenta a muchos alemanes que el amor de Dios no promueve el racismo ni el discurso nacionalista, sino que invita a acoger a todas las personas dentro del marco de las relaciones justas. Según lo aprendió de su amigo Jean Lasserre, Bonhoeffer repetía: «Man kann nicht Christ und Nationalist in einem sein»  («No se puede ser al mismo tiempo cristiano y nacionalista»).

No se puede ser al mismo tiempo cristiano y nacionalista.

Después de la publicación de este libro, se fue a los Estados Unidos para trabajar como profesor invitado en el Seminario Union de Nueva York, pero su estancia duró apenas tres semanas, ya que su conciencia le llamaba a regresar a Alemania para seguir combatiendo al nazismo.

En 1940 empezó a gestar reuniones con varios militares para encontrar la mejor manera de derrocar a Hitler. Bonhoeffer decía que, si un hombre va en un vehículo, ya sea un automóvil o una bicicleta, para atropellar a los demás, lo mejor que se puede hacer es meter un asta en la rueda del vehículo, a riesgo de matar al conductor y de perder la propia vida, con el fin de salvar a los inocentes.

Era un tiempo de conspiraciones y preguntas, cuando Bonhoeffer empezó a escribir los manuscritos de su Ética, libro que no alcanzó a publicar en vida. Esta visión de la ética funda una nueva forma cristiana de comprender las relaciones sociales, basadas en la responsabilidad, no en principios morales inamovibles. Según este pensador, toda decisión depende de la situación en la que se tome. Ningún mandamiento ha sido dado para usarlo con el fin de aplastar a los demás, sino para fomentar el bienestar de la mayoría. Por ejemplo, si en la tradición cristiana está prohibido mentir, pero llegan los nazis a una casa a preguntar que si en el sótano hay judíos escondidos –y efectivamente lo están–, el acto ético más cristiano es decir que no, pues es mejor mentir que promover la muerte.

El Estado Alemán nombró a Dietrich Bonhoeffer espía a favor de los nazis, debido a su movilidad en los viajes ecuménicos. Sin embargo, él utilizó este nombramiento para revertir las intenciones y lo que hacía era informar a diferentes líderes eclesiales sobre los movimientos militares de Alemania, con el fin de que estos avisaran a las autoridades suecas, británicas o norteamericanas, para así detener a Hitler.

Esta visión de la ética funda una nueva forma cristiana de comprender las relaciones sociales, basadas en la responsabilidad, no en principios morales inamovibles.

Dietrich Bonhoeffer, Skulptur an der Hauptkirche Sankt Petri (Hamburg).

En 1940 Dietrich Bonhoeffer se comprometió con Maria von Wedemeyer, una mujer de 18 años, a quién él había preparado durante las clases pastorales de Confirmación. Sin embargo, esta relación se desarrolló por cartas ya que Dietrich fue detenido por los nazis, pues la conspiración en la que había participado, la cual involucraba planes para asesinar a Hitler, fue descubierta.

En abril de 1943 Dietrich Bonhoeffer fue llevado a la prisión de Tegel, en Berlín, donde permaneció hasta 1945. De esta época se han reunido las cartas con sus amigos y familiares y se han publicado bajo el título de Resistencia y sumisión. Entre sus papeles se hallan intercambios epistolares, poemas, fragmentos de una novela y discusiones sobre temas teológicos.

Entre estos aparece su interés por un cristianismo sin religión y la invitación a aprender a vivir «como si Dios no existiera». En su carta del 16 de julio de 1944 a su amigo Eberhard Bethge, Bonhoeffer reflexiona sobre una interpretación no-religiosa de los conceptos bíblicos y plantea la posibilidad de que los cristianos estén con Dios en el mundo, sin Dios, «como si Dios no existiera»:

«Dios, como hipótesis de trabajo, ha sido eliminado y superado en moral, en política y en ciencia; pero también en filosofía y religión (¡Feuerbach!). Es pura honradez intelectual abandonar esta hipótesis de trabajo, es decir, descartarla hasta donde ello sea posible… ¿Dónde queda, pues, un sitio para Dios?… Y nosotros no podemos ser honestos sin reconocer que hemos de vivir en el mundo etsi deus non daretur (como si no hubiera Dios). Y esto es precisamente lo que reconocemos… ¡ante Dios!; es el mismo Dios quien nos obliga a dicho reconocimiento. Así nuestro acceso a la mayoría de edad nos lleva a un veraz reconocimiento de nuestra situación ante Dios. Dios nos hace saber que hemos de vivir como hombres que logran vivir sin Dios. ¡El Dios que está con nosotros es el Dios que nos abandona (Mc. 15,34)! El Dios que nos hace vivir en el mundo sin la hipótesis de trabajo de Dios, es el Dios ante el cual nos hallamos constantemente. Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios. Dios, clavado en la cruz, permite que lo echen del mundo. Dios es impotente y débil en el mundo, y sólo precisamente así está Dios con nosotros y nos ayuda. Mateo 8,17 indica claramente que Cristo no nos ayuda por su omnipotencia, sino por su debilidad y por sus sufrimientos».

En diálogo con el pensamiento moderno, Bonhoeffer considera que ya no se necesita de Dios como hipótesis de trabajo intelectual, como ocurría en la Edad Media para explicar el sentido del mundo. Esto no significa que excluya la creencia en Dios, sino que no es necesario usar los argumentos de la existencia de Dios para describir cómo funciona la naturaleza, cómo se estudia la física, cómo se ejercen la política y el derecho, cómo se estructura la sociedad y cómo se ejerce la moralidad. La hipótesis de la existencia de Dios y de su providencia no es necesaria ni en la filosofía ni en los estudios religiosos. El hombre moderno no necesita a Dios para explicar el mundo.

Lo que busca Bonhoeffer, en un espíritu kantiano, es sacar al cristianismo y a los cristianos de su minoría de edad y entrar en una etapa de madurez personal y estructural de la fe. Desde esta mirada, la filosofía y la ciencia hablan de los fenómenos dados en el espacio y en el tiempo y no pueden referirse a lo que corresponde al reino de la creencia. El cristianismo debe pensar a Dios desde otras categorías y no desde aquellas que han sido agotadas por el pensamiento racional.

En 1944 se confirmó que Dietrich Bonhoeffer había apoyado una conspiración militar para asesinar a Hitler y la condena se endureció contra él por motivo de alta traición. En febrero de 1945 fue llevado a un Campo de Concentración en Buchenwald. Allí le prohibieron todo contacto con sus familiares y amigos. El 9 de abril fue trasladado a Flossenbürg, donde lo ahorcaron. Pocos días después entraron los rusos a Berlín y la guerra llegó a su fin.

Del pensamiento mundano de Bonhoeffer rescatamos la valía de un cristianismo encarnado. Ser cristiano es habitar el mundo. Y esto significa aceptar que Dios es un Dios mundano y también sufriente. Tal es el aporte de Bonhoeffer para la teología y la fe de carnadura. Dios se solidariza con las personas en el abandono que ellas sienten. Dios participa del abandono de los abandonados.

El cristianismo debe pensar a Dios desde otras categorías y no desde aquellas que han sido agotadas por el pensamiento racional.

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