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Mercedes Navarro Puerto: ser teóloga hoy es algo muy raro

Era, más o menos, enero o febrero del año 2016. Yo todavía estudiaba Teología y poco conocía de la Teología Feminista. Pero los encuentros de mujeres siempre me han gustado y en Argentina se llevaría a cabo, en marzo de ese año, uno de teólogas alemanas y latinoamericanas. Mientras estaba construyendo la idea de mi paper para enviar, un libro me buscó. Siempre he creído que los libros lo buscan a uno cuando es el momento, cuando uno está listo para entender ese mensaje que ellos traen, cuando saben que uno va a abrir en la página exacta y en el momento oportuno. “10 mujeres escriben de Teología” llegó a mis manos, ya ni recuerdo cómo, lo que sí puedo recordar es cómo el capítulo de la teóloga española Mercedes Navarro, en el que nos regala una serie de imágenes renovadas, refrescantes y con perspectiva de género, del concepto teológico «Pecado», cambió algo en mi comprensión del mundo y de mi estructura teológica.

El tema del pecado, por su cercanía con el concepto de el mal, ha sido siempre de mi interés, y si bien, teológicamente, y en esto coincido con Navarro, «se ha pensado tradicionalmente que la esencia, por así decir, del pecado del ser humano ante Dios es la autoafirmación del mismo, las raíces de soberbia y autosuficiencia que dicho ser humano muestra ante Dios radicalmente», ella hace énfasis en que dicha interpretación es tan solo una cara de la moneda:

(…) El intento del ser humano de autoafirmarse rompiendo la alianza que le vincula como criatura a su Dios (…) es tan solo una verdad parcial, puesto que expresa, efectivamente, el pecado del sistema patriarcal, el pecado fundamental de los hombres, sin expresar en cambio la nuclearidad del pecado de las mujeres, que se organiza en torno a otros núcleos. Difícilmente una mujer puede concebir la autoafirmación o la autosuficiencia, o el abuso de su fuerza, como núcleo del pecado, puesto que precisamente ella peca con más frecuencia por carencia de necesaria autoafirmación, por una falta de responsabilidad con respecto a su propia identidad. Si de algo se puede saber culpable ante Dios es precisamente de no tenerse en cuenta, no valorarse, no arriesgarse, de no comprometerse en la historia, de dejar en manos de los hombres las decisiones que rigen los destinos de los pueblos, de delegar su propia responsabilidad por preservar la aprobación de los otros, de abdicar de sus posibilidades para utilizar adecuadamente su fuerza, a cambio de seguridad, sobre todo seguridad afectiva. (Es) más un pecado por autonegación que por autoafirmación.

Y yo suspiro… y me pregunto… y algo se derrumba, pero algo nuevo germina en mí.

Mercedes Navarro

Mercedes se define a sí misma como «una mujer de casi 68 años, jerezana de nacimiento, religiosa mercedaria de la caridad desde el 68 del siglo pasado». Es feminista activa y, con el mágico uso que hace de las palabras adecuadas en los lugares adecuados se sabe «consciente desde hace décadas». Se doctoró en Psicología y luego en Teología con la especialidad de exégesis bíblica.

Y yo suspiro… y me pregunto… y algo se derrumba, pero algo nuevo germina en mí.

Mercedes se define a sí misma como «una mujer de casi 68 años, jerezana de nacimiento, religiosa mercedaria de la caridad desde el 68 del siglo pasado». Es feminista activa y, con el mágico uso que hace de las palabras adecuadas en los lugares adecuados se sabe «consciente desde hace décadas». Se doctoró en Psicología y luego en Teología con la especialidad de exégesis bíblica.

Actualmente ejerce la psicoterapia clínica, aunque ha sido profesora de Psicología y Religión en la facultad de Psicología de la UPSA y también de Antiguo Testamento en la Facultad de Teología.

Entonces le escribo, y ella me contesta…

Fuí expulsada de la Universidad y, según las autoridades eclesiásticas y universitarias del momento, por mis ideas (feministas, claro) aunque yo creo que había más cosas, intereses académicos en torno a una cátedra. He vivido en varios pueblos de Andalucía y de Castilla La Mancha, he trabajado con discapacitadas psíquicas adultas y he participado en muchos proyectos formativos de diferente tipo, pero la mayor parte del tiempo la he dedicado al estudio, la investigación bíblica y la publicación de libros. En mis ratos libres pinto y antes, hace ya mucho, componía canciones. Me gusta la música, me gusta la pintura, la literatura… pero no puedo dedicarme, pues el arte es tan absorbente y posesivo que reclama una vida. La mía la he dedicado a otras cosas, entre ellas al pensamiento y el estudio de la Biblia en perspectiva feminista. 

Mercedes, hay una pasión que compartimos: la psicología, la teología y el arte.
¿Cómo conjugas esos saberes y qué crees que te han dado?

Si quieres saber el tiempo que le dedico, te lo resumo: poco a la psicoterapia, poco al arte y mucho a la teología. Pero en la realidad lo que sucede es que unas áreas se cruzan con otras, a veces conscientemente, pero la mayor parte del tiempo sin que me dé cuenta. Aunque las distingo no las separo, y si tengo que precisar lo hago, pero no suelo poner barreras a los cruces e influencias mutuas. Me encanta la literatura y en tiempos pasados también escribía poemas. Me encanta el cine y también me fascina la fotografía. En fin, me siento porosa a la belleza en sus diversas expresiones, desde las más formales hasta las cotidianas, esas que están delante de mí todo el tiempo y que en un momento determinado descubro en todo su esplendor, como un rincón de una calle de mi barrio, las hermosísimas arrugas de una compañera de comunidad, el color del cielo desde mi terraza, el gesto espontáneo y natural entre dos mujeres discapacitadas, un pasaje bíblico que me saca de mí, la lucidez de un pensamiento en un libro … Tantas y tantas expresiones en los lugares más insólitos, que me siento una privilegiada. Soy psicóloga y no solo psicoterapeuta. El ejercicio de la psicología clínica me permite dar cauce práctico al espíritu liberador mercedario, pero la psicología me ayuda a mirar al ser humano y a mirarme a mí misma con mayor profundidad, sin quedarme solo en lo que se ve, intentando entender esa maravilla compleja y contradictoria que es la humanidad de lo humano.

¿Qué es para ti  hacer teología y qué significa ser teólogas hoy?

Soy teóloga y ejerzo de teóloga. Nunca he vivido la teología como una profesión o solo como tal, porque la teología afecta a mi persona en todas sus dimensiones. Es un prisma desde el que percibo la realidad y desde el que doy forma a mi pensamiento, a mi escritura, y en el que interviene la imaginación, pues sin ella no puedo pensar. La imaginación es un motor en la búsqueda del sentido. Pero, insistiendo en lo dicho, soy teóloga de una manera concreta, es decir, con los filtros de la exégesis y la hermenéutica bíblicas y con el filtro de mi feminismo. Mi feminismo ya estaba antes de estudiar teología y de ser teóloga y estudié teología con la perspectiva crítica feminista. En fin, que es complejo, porque hay muchas y sutiles relaciones de las que soy más consciente a medida que cumplo años.

Ser teóloga hoy es algo muy raro. Las teólogas somos seres extraños en todos los contextos. Lo somos, evidentemente, en la Iglesia que un día abrió las puertas del estudio de la teología a las mujeres y cuando se dio cuenta de lo que había hecho, quiso cerrarlas y, en cierto sentido, lo consiguió, pues las teólogas lo tienen muy difícil para formarse y ejercer de tales: para enseñar, para pensar, para escribir, para publicar… Y en el contexto secular, ni te cuento lo raras que somos, incluido el entorno feminista. Tengo que decir que no es lo mismo en todos los países. En Centroeuropa, por ejemplo, no resulta tan extraño, pues la Teología se estudia en las Universidades públicas y no solo en las eclesiásticas. Tampoco resulta extraño en Estados Unidos. En los países de tradición católica es peor y extraño. Por todo esto, ser teólogas hoy, en general, es aceptar ser «residente extranjera», como dice la biblista feminista Elisabeth Schüssler-Fiorenza al referirse en concreto a las feministas, pues, quieras o no, te colocas en un umbral, en una frontera, en una posición incómoda para ti y para los demás. Estás en tierra de nadie. Aprendes el «idioma» del patriarcado, pero lo transformas y creas uno nuevo que lo cuestiona todo. Las teólogas de hoy, las de este país y las de otros muchos, somos mujeres vocacionadas, profundamente motivadas. En los países del sur de Europa casi ninguna teóloga puede vivir del ejercicio de la teología. En los países de mayoría protestantes muchas han podido vivir de ello, pero cada vez resulta más difícil debido a la marginación de las Humanidades, aunque leí no hace mucho que en el Reino Unido hay muchas jóvenes que eligen la teología como segunda carrera.

Ser teólogas hoy es aceptar ser «residente extranjera». Estás en tierra de nadie. Aprendes el «idioma» del patriarcado, pero lo transformas y creas uno nuevo que lo cuestiona todo.

El feminismo aporta mucho a tu perspectiva teológica, pero en tus trabajos hay una teología propia. Personalmente tu ensayo sobre el pecado en «10 mujeres escriben teología», desde una perspectiva feminista, me cambió la manera de entender un concepto teológico tan importante.
¿Cuáles son las características de tu teología?

La verdad es que no sé qué responder. Podría decir que tiene aspectos novedosos y, de vez en cuando, innovadores. O que en el estudio de la Biblia la metodología narrativa me ha permitido ver mucho más que otros métodos, y que la psicología se cuela en mis interpretaciones aunque tengo cuidado de respetar la antigüedad de los escritos, la distancia cultural y temporal… Que busco patrones, arquetipos, mitos de carácter universal (porque los hay) y me acerco a las ciencias y al pensamiento actual con el que disfruto dialogando; que intento cambiar el lenguaje porque con el lenguaje cambio la perspectiva; que es una teología feminista; que quiere estar impregnada de fe y de humanismo, anclada en el espíritu de los evangelios y en la realidad humana; que quiere dialogar con el pensamiento y la cultura. Y aunque soy académica, es decir, que no tengo un discurso divulgativo (por desgracia), mi teología quiere ser de hoy en el horizonte de mañana. Pero, son los demás interesados en mi teología quienes pueden hablar de sus rasgos.

Mercedes, yo, vibrando con cada palabra tuya, quiero saber
¿por qué consideras que es importante hoy hacer una lectura con perspectiva de género y feminista de los textos sagrados?

Por muchas razones. La más evidente es que los textos sagrados siguen impregnando nuestra cultura occidental sin que nos demos cuenta, y lo hacen según la interpretación patriarcal de la que difícilmente logramos liberarnos. Esto se percibe en el lenguaje, en los dichos, en la comprensión de muchos símbolos, en los contenidos de los arquetipos. Sería larguísimo describirlo porque hay multitud de ejemplos. La lectura feminista de la Biblia, en mi caso, tiene una tarea deconstructiva imprescindible y otra reconstructiva. En ambas tratamos de no tirar el niño con el agua, es decir, destacar lo valioso de lo dañino, rescatar un patrimonio humano, cultural y espiritual que es tan nuestro como de los varones y revalidarlo con nuestra propia interpretación, con frecuencia desafiando la censura no solo de las «autoridades», sino la propia censura interior y la de otras mujeres, por ejemplo. No estamos en condiciones de olvidar ni perder nuestra historia, aunque haya que rescatarla con uñas y dientes. Los referentes son fundamentales para entendernos y para proyectar un futuro propio.

Para muchas personas resulta incompatible ahora ser feminista y católica o creyente.
¿Por qué apostarle a un cambio desde adentro en un contexto que sigue siendo opresor para las mujeres?

Entiendo que a primera vista las creyentes feministas podamos parecer una contradicción in terminis, pero eso es porque no se pasa de la superficie ni de los tópicos. Yo observo eso mismo en otros lugares y en muchas mujeres e intento comprender más allá de lo superficial. La teología feminista es un caballo de Troya en las iglesias. Las creyentes feministas que seguimos dentro, con solo estar, gritamos constantemente que esto no funciona, que necesitamos cambios de segundo orden, estructurales, y que la herencia es tan nuestra como de quienes se han apropiado de ella indebidamente. Por eso somos tan molestas y por eso las teólogas feministas somos «residentes extranjeras». Yo no espero que cambie la Institución, porque no es capaz, porque los cambios de segundo orden nunca se producen de arriba abajo, sino en múltiples direcciones. Este escepticismo es muy bueno, pues reorienta mis energías hacia los lugares y factores que sí pueden cambiar la estructura. Por ejemplo, abandonando unas interpretaciones machistas y dañinas por otras feministas y transformadoras.

No espero que cambie la Institución, porque no es capaz. Este escepticismo es muy bueno, pues reorienta mis energías hacia los lugares y factores que sí pueden cambiar la estructura.

En alguna entrevista leí que decías que la Biblia nos puede nutrir como feministas.
¿Cómo es esto?

Porque en la Biblia encontramos cosas increíbles. El comienzo del libro de Ester, sin ir más lejos, es impresionante. La reina Vasti desobedece al rey Asuero y cuando este consulta con sus consejeros qué hacer, estos dicen que hay que aplicarle un castigo ejemplar porque si no, todas las mujeres del reino querrán hacer lo mismo con sus maridos. Las lesbianas, por su parte, han encontrado una figura de referencia en el personaje de Rut, pues al comienzo del libro, cuando ella dice que no abandonará a Noemí los términos de su «declaración de amor» son fuertes y contundentes y se utilizan palabras que son habituales en el lenguaje amoroso de las parejas. Pero estos son solo dos ejemplos entre otros muchos, además de otras muchas cosas que se refieren a la imagen de D*s, a la figura de Jesús, etc. Muchos textos iluminan, otros dan fuerza, algunos canalizan la indignación, otros desmontan mitos falsos. 

El 8 de marzo, día Internacional de los Derechos de las Mujeres, a través de ATE (Asociación de Teólogas Españolas), invitabas a las mujeres a parar porque «si las mujeres paramos, la Iglesia se para». ¿Cómo evidenciamos esa realidad silenciada que se oculta bajo esta afirmación?

Lo del vídeo fue una pasada. Era casero, casero, y solo pretendía decir a través de las redes sociales que las religiosas no respondemos al estereotipo habitual, que somos muy distintas entre nosotras, que hay grupos y grupos muy comprometidos y feministas, que somos mujeres y dentro de nuestro contexto podemos hacer lo que hacen otras mujeres en el suyo, luchar y ser ya elementos de cambio, que no pactamos con el patriarcado. Una prueba de esto último es el abandono de las mujeres de sus iglesias. Solo es preciso acercarse a las parroquias y a algunas iglesias no católicas. Otra prueba es el cambio en la actitud de las religiosas ante las exigencias de servidumbre por parte del clero. Ya lo han dicho públicamente las que forman el consejo de la Unión de Superioras Generales (UISG) en el congreso contra los abusos sexuales que tuvo lugar en el Vaticano hace unos meses. Y también es significativa la reciente dimisión en bloque del consejo de dirección del suplemento Chiesa, donne, mondo del Osservatore Romano, por el intento del clero de controlar y censurar una revista sobre mujeres, desde las mujeres. En el número de noviembre del año pasado la revista se atrevió a tratar el abuso del clero a las religiosas. Y te aseguro que es una revista moderada, bastante moderada. Los cambios que forman parte de este «paro», como bien dices, permanecen silenciados, ignorados. Haría falta darlos a conocer. Hay un sitio en internet sobre la Vida Religiosa que merece la pena visitar: www.desveladas.org pero, de todos modos, aún queda mucho, los grupos que se ven son los más conservadores, los de religiosas con hábito, conventuales, que se matan por dar la mano al papa… Además de estos grupos, estamos otros muchos, muchísimos, que no aparecemos ni en las noticias ni en las fotos.

Mercedes, ¿hacia dónde camina la espiritualidad femenina? ¿Cómo reescribimos los mitos que nos han definido a las mujeres en las grandes narraciones religiosas?

Uno de los cambios perceptibles es el de la espiritualidad, en mujeres y en varones, pero más en las mujeres. Muchas de ellas están embarcadas en una búsqueda muy interesante de una espiritualidad nueva, pero radicada en tradiciones ancestrales. Por ejemplo, las tradiciones religiosas y filosóficas orientales, u otras nativas de pueblos y culturas en peligro de extinción. Buscan una visión unitaria y holística en la que la dimensión subjetiva no sea censurada ni secuestrada, que las vincule con la tierra y la naturaleza, pero sin separarlas de la historia y de la vida cotidiana, que les ayude a establecer contacto con el propio interior y les ofrezca ritos flexibles en los que participe el cuerpo tanto como el espíritu. Como no lo encuentran en la tradición cristiana (aunque existe), la buscan en otros lugares. Pero también observo que esto es muy fluido, que unas corrientes suceden a otras con mucha celeridad y no hay un marco de sentido que tenga la suficiente estabilidad y la necesaria flexibilidad. Esto del marco de sentido me tiene preocupada. La teología feminista ha hecho y sigue haciendo mucho, pero todavía no llega a los grupos de mujeres que tienen esta sensibilidad.

En mis publicaciones reescribo mitos y me ocupo de la hermenéutica de muchos relatos bíblicos, pero sé que mis escritos no llegan más que a grupos pequeños (eso creo) porque no sé divulgar y eso es para mí una limitación y una frustración, aunque también indica que la tarea es cosa de muchas y no de una o varias personas…


«La Biblia de las mujeres» es un proyecto que busca precisamente replantear esas imágenes en el cristianismo, ¿qué es lo más valioso de este proyecto y por qué debería ser leído en las academias y en las iglesias?

En realidad se trata de una colección «La Biblia y las Mujeres» (editorial Verbo Divino), que cuenta ya con 9 volúmenes. En ella se analiza críticamente la recepción de los diferentes libros bíblicos, las figuras femeninas y todo aquello que ha dañado a las mujeres a lo largo de los más de dos siglos de cultura occidental. Tiene una perspectiva feminista y de género y va recorriendo las diferentes etapas de la historia. Cada volumen tiene una parte dedicada a la recepción bíblica de lo femenino en el arte. Es internacional y multilingüe, pues se edita en alemán, español, italiano e inglés. Me sorprende que los grupos feministas -sobre todo los académicos- no la conozcan, cuando es fundamental para entender el imaginario colectivo que ha predominado y, por desgracia sigue aún vigente en muchos sectores, sobre las mujeres, lo femenino, la culpa, la sexualidad… Me sorprende que apenas exista interés por recuperar a nuestras antepasadas, históricas o literarias, pues algunas tienen mucha fuerza, y se prefiera seguir repitiendo los tópicos dañinos de la transmisión de una tradición traicionada. Eva, sin ir más lejos…

De todos modos, en la página de inicio de la web de la colección se indican con toda claridad y de forma resumida los objetivos de la colección (www.bibleandwomen.org)

Esa fue mi última pregunta, aunque me hubiera encantado estar horas hablando con ella, haberla podido escuchar, abrazarla… conversar, más que solo hacerle una entrevista por correo.

Espero que responda a lo que deseas—, me escribe al final de la entrevista. Y yo no sé cómo decirle que sus palabras son luz para mis oscuridades, que sus respuestas encienden mis deseos profundos de seguir siendo «rara» al hacer teología, que su testimonio es para mí esperanza y fuerza.  No sé cómo hacerle saber lo que sentí leyendo cada una de sus respuestas, e intuyo que un ¡gracias! se queda corto.

Solo puedo compartir la emoción que, estoy segura, sentirá toda persona que lea con el corazón esta publicación, especialmente todas aquellas que insistimos y resistimos para seguir siendo «residentes extranjeras» en un mundo que también nos pertenece.

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