atentos

ATENTOS, DESPIERTOS, PREPARADOS 1er Domingo de Adviento, 2019

Dios actúa, y su acción es una creación, renovación y transformación constante. La  obra divina siempre es en favor de la vida y de la dignidad de las personas. De ello dan testimonio no solo las Escrituras, sino particularmente Jesús, quien su es testigo y garante.  

Pero aunque la obra de Dios es un flujo creador constante, hay momentos más densos, en calidad y cantidad, que evidencian la cercanía de Dios en nuestras vidas. Infortunadamente, a pesar de su  densidad, muchas veces se nos hace difícil percibirlos. Tal vez las ocupaciones y preocupaciones diarias, las distracciones que abundan, la incapacidad para observar y escuchar lo que sucede dentro y fuera de nosotros, la injusticia y las desigualdades sociales, nos van volviendo ciegos y sordos antes esas manifestaciones del acto creador de Dios en el mundo y en nuestras vidas.

En la liturgia de la Iglesia celebramos dos momentos densos de dicha manifestación de Dios en la historia: el nacimiento de Jesús (Navidad) y su muerte y resurrección (Pascua). Pero antes de celebrar esos dos acontecimientos, la Iglesia nos invita a dedicar unos días de preparación, en los cuales procuramos neutralizar el ruido de las distracciones, de las preocupaciones, de los afanes diarios para poner la mirada, la mente y el corazón en lo que está sucediendo (el acontecer diario de Dios en nuestras vidas) y lo que creemos que va a suceder (la manifestación total y definitiva de Dios en la historia humana). 

Este domingo empezamos ese primer tiempo litúrgico del año, Adviento, que está marcado por la expectativa y la esperanza de que alguno nuevo se va a manifestar. 

Celebrar el nacimiento del Mesías es celebrar la inauguración de un nuevo tiempo, de un nuevo momento en la historia. No es simplemente el recuerdo de algo que pasó hace poco más de dos mil años, sino que sigue aconteciendo en nuestra historia día a día. Es necesario entonces prepararnos para esta celebración. 

 

San Pablo, en la segunda lectura (Romanos 13:11-14) invita a los cristianos a “despertar del sueño”. Permanecer despiertos es un símbolo de atención, de observar lo que sucede alrededor, de estar conscientes de nuestro ser en el mundo y la responsabilidad que tenemos en la construcción de una nueva realidad.

En el evangelio de este fin de semana (Mateo 24:37-44), Jesús pide a los discípulos que “estén preparados” como una forma de decir: Dios acontece, pero a veces ese acontecer corre el riesgo de pasar desapercibido.  La referencia a la historia de Noé sugiere la falta de atención de la gente que no percibió los signos del diluvio y tampoco quiso escuchar al patriarca. La metáfora del rapto, por otro lado, habla de lo sorpresivo que puede ser el acontecer de 

Dios. Por lo tanto, es necesario dedicar un tiempo especial de preparación, así como quien se prepara para una competencia o un evento importante y no quiere perder detalle o ser pillado fuera de lugar. 

San Pablo, por su parte, en la segunda lectura (Romanos 13:11-14) invita a los cristianos a “despertar del sueño”. Permanecer despiertos es un símbolo de atención, de observar lo que sucede alrededor, de estar conscientes de nuestro ser en el mundo y la responsabilidad que tenemos en la construcción de esa nueva realidad a la que nos referimos.

El profeta Isaías (2:1-5) también invita a apreciar algo nuevo que Dios quiere construir, no sin la participación de nosotros: 

“Él será el árbitro de las naciones

y el juez de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados

y de las lanzas, podaderas;

ya no alzará la espada pueblo contra pueblo,

ya no se adiestrarán para la guerra.”

Por eso es necesaria la preparación, para saber de qué se trata esta novedad, para que la Navidad no se sea simplemente un asunto decorativo y comercial, para no aguar el misterio de la encarnación con asuntos superficiales. No se trata de añadir cosas o actividades a nuestro ocupado horario, sino de prestar atención, de observar y escuchar para percibir el nuevo mundo de justicia y paz que Dios quiere inaugurar, y hay que estar preparados no solo para darle la bienvenida y acogerlo sino para ayudar en su construcción. 

Dios quiere inaugurar algo nuevo y el Adviento es el momento oportuno para profundizar en esta realidad que se nos hace urgente, para entenderla y preguntarnos cómo podemos participar en ella, cómo podemos ser compañeros de Dios y discípulos de Jesús en este nuevo mundo que Jesús trae. 

Bienvenido el Adviento, bienvenida la preparación.

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