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Una teología desde la pregunta

Recuerdo cuando estaba en el colegio y me sentaba en una esquina al lado de la puerta. El profesor de filosofía permitía que los demás compañeros hablaran entre ellos, se tiraran papeles y jugaran. No le importaba que las chicas se maquillaran en el salón y hablaran de amores. Tal vez porque consideraba que la virtud no es enseñable, recostaba su hombro sobre el marco de la puerta y hablaba conmigo de filosofía como dos cofrades ocultos entre la multitud.

Él sabía que yo me inclinaba por la filosofía y la literatura, y volcó sus intereses al único estudiante al que le interesaba el tema. Creo que la suya no fue la pedagogía más adecuada, pero despertó en mí una constelación de preguntas que acompañan mi peregrinaje.

Cuando comencé a asistir a un grupo de oración protestante alguien me explicó que una rama de los estudios religiosos pretendía ser la filosofía del cristianismo, y esa rama se llamaba teología. Me decidí entonces a estudiarla en un seminario evangélico y continué los estudios de postgrado en una universidad ecuménica; a la par, ingresé a la universidad pública, donde hice la carrera de filosofía y la complementé con estudios de literatura. Las respuestas no eran suficientes.

Éxtasis de Santa Teresa (Bernini).

Entendí que la teología es una reflexión crítica acerca de los símbolos y relatos de los pueblos, de sus libros sagrados y de su historia, de sus prácticas, de las instituciones que administran las experiencias religiosas y de los profetas que se rebelan contra ellas.

La teología estudia a los ortodoxos y a los herejes, a los santos y a los pecadores. Por esta misma razón no pertenece solo a los dueños de las instituciones, ni a sus héroes más emblemáticos. También ella está en manos del pueblo y de los marginados, de los olvidados por la historia y de los condenados por las iglesias.

Sin embargo, no todos aquellos que levantan un discurso acerca de su fe son teólogos, ni todas las expresiones religiosas pueden llamarse teología. Ella requiere de método y de diálogo con fuentes tales como las Escrituras sagradas de los pueblos, la razón y la filosofía, las racionalidades y cosmovisiones, las tradiciones, la experiencia, la sociedad y la cultura.

Muchos teólogos son representantes de instituciones y jerarquías, aunque también hay otros que se atraviesan como una espina en la garganta del poder.

A mí la teología me ha llevado no sólo a creer sino también a cuestionar. Tal vez porque el ser de la filosofía, la cual concierne a mi estar en el mundo, habita en la pregunta y en la búsqueda, no en los dogmas ni en las palabras fáciles.

En mi trabajo la teología no se aísla de literatura. Yo siento al mundo desde la palabra poética. Si bien la teología no es poesía –y si lo es, es por lo general de mala calidad–, necesita de ella para transgredir los límites de su propio lenguaje.

El arte es, sin duda, la expresión humana que logra decir más allá de lo que dicen las proposiciones lógicas. Por eso investigo las expresiones religiosas, las búsquedas existenciales y las luchas sociales en el arte, particularmente en la literatura y en la música, como formas de nombrar y danzar aquello que se nos escapa, y darle un sentido narrativo a nuestras vidas, surgidas en medio de la guerra, embriagadas de esperanza a pesar de la violencia y el dolor.

Con TeoUnder me aproximo a la teología desde los márgenes. Destaco la voz de los herejes y trato de encontrar en las expresiones no-religiosas aquello que late en el corazón humano y también divino: la búsqueda por el sentido y la solidaridad con los que sufren.

Juan Esteban Londoño nació en Medellín, Colombia, en 1982. Es escritor, docente e investigador en las áreas de hermenéutica, literatura y teología. Estudió Filosofía y  maestría en Filosofía en la Universidad de Antioquia (Colombia). Tiene además una licenciatura y una maestría en Ciencias Bíblicas en la Universidad Bíblica Latinoamericana (Costa Rica). Actualmente, es candidato a doctor en Teología en la Universidad de Hamburgo (Alemania). Ha publicado los libros El nacimiento del liberador (Costa Rica, 2012), Para comprender el Nuevo Testamento (Costa Rica, 2013), Hugo Mujica: el pensamiento de un poeta en la poesía de un pensador (Argentina, 2018) y la novela Evangelio de arena (Colombia, 2018). Ha escrito diversos artículos científicos sobre filosofía, literatura y religiones. Sus poemas han sido publicados en diferentes revistas y ha participado en diversos proyectos musicales como vocalista y compositor.

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