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La Reforma de Lutero

¡Qué tinieblas me envuelven cuando veo que se quiere lograr la salvación por un hábito monacal!
¿Para qué sirve entonces la fe?

El siglo XVI fue una época de cambios culturales. Uno de ellos fue el Renacimiento del arte, particularmente en el ámbito de la pintura y la escultura, en manos de Da Vinci, Miguel Ángel y Rafael. Pero también renació el interés por los textos antiguos, escritos en sus idiomas originales, como la poesía de Homero y Virgilio, la Biblia Hebrea y el Nuevo Testamento.

Europa vibraba al borde de luchas internas, y cada nación pretendía establecer su identidad e independizarse del poder romano simbolizado en la Iglesia Católica. En Alemania estalló la Reforma Protestante, la cual trajo como resultado un cambio profundo en el ser Iglesia, una liberación y una cicatriz.

La Reforma Protestante se debe en gran medida a Martín Lutero (1483-1546), un monje alemán de la orden agustina y profesor de teología en la Universidad de Wittenberg.

Durante muchos años Lutero peleó con la angustia que genera la culpa. Se sentía despreciado por Dios, ya que no era lo bastante santo como para alcanzar su favor. Además sabía que era parte de un sistema eclesial enmarañado, el cual vendía el perdón eterno a los creyentes a cambio de dinero con las llamadas indulgencias.

Cuando era profesor de teología, Lutero descubrió el texto de Romanos 1,16 que dice: «el justo por la fe vivirá». Se dio cuenta de que la expresión «justicia de Dios» no podía traducirse por ira ni por venganza, sino más bien por un perdón que libera de la culpa. Esta justicia, descubrió Lutero, se recibe por la fe como un regalo de Dios.

Las ideas de Lutero se extendieron por Alemania y Europa con gran velocidad, gracias al desarrollo de la imprenta. El monje rebelde tuvo problemas con las autoridades religiosas de su época y debió enfrentar a los inquisidores. Fue cuestionado por concilios y sus obras fueron debatidas. Sin embargo se mantuvo firme, convencido de que nadie podría pasar por encima de su razón, transformada por las Escrituras, y defendió sus creencias.

Lutero fue absuelto de su vocación de monje y se mantuvo por varios años exiliado en el castillo de Wartburg, donde comenzó a traducir la Biblia al alemán. Aunque ya había traducciones previas, consiguió realizar una versión que incluyera el lenguaje popular y diera cierta unidad lingüística a los dialectos dispersos.

Tiempo después de salir del castillo, Lutero conoció a Katharina von Bora, una mujer que se había escapado del convento cisterciense junto a otras once monjas y se convirtió a la nueva fe. Aunque fue Martín quien le propuso matrimonio, ella lo había insinuado antes. Se casaron al día siguiente de la propuesta. La relación de pareja y la crianza de los hijos (tuvieron seis, de los cuales murieron dos, y criaron a otros cuatro huérfanos) llevó a Lutero a valorar la vida terrenal como un regalo de Dios, rodeado de su familia y amigos, en medio de buenas conversaciones alrededor de la cerveza y el canto de los Salmos. Esta relación familiar sentó las bases para un estilo de vida protestante basado en la confianza en Dios y la construcción de comunidad.

Martin Luther und Katharina von Bora (Lucas Cranach)

Lutero redefinió muchos conceptos de la fe cristiana, inspirado por sus lecturas de San Pablo y bajo la influencia de San Agustín. Consideraba que las obras de la Ley para agradar a Dios son un esfuerzo que no logra su cometido. Mientras que, por el contrario, la Gracia es la iniciativa divina para declarar justo al ser humano y regalarle salvación.

El pensamiento de Lutero fue una respuesta ante una Iglesia que en ese entonces venía en decadencia. Ante sus tradiciones, leyes y autoridades, Lutero contrapuso el primado de la Escritura: sola scriptura. Ante los miles de santos y mediadores oficiales entre Dios y el ser humano, Lutero destacó la suficiencia de Cristo: solus Christus. Ante todos los esfuerzos religiosos para conseguir santidad, y a través de ella la salvación del alma, Lutero predicaba la eminencia de la Gracia: sola gratia.

En este sentido brindó a los creyentes una acogida espiritual que alejaba el miedo a la amenaza del infierno y del purgatorio. Esto generó grandes avances en la conciencia moderna con respecto a la identidad y la aceptación del yo, sin que la fe estuviera mediada por una moral imposible de alcanzar.

También debe decirse que la Reforma Protestante no triunfó gracias a simples ideas, sino a la protección que encontró Lutero por parte de los príncipes alemanes. A estos les convenía una independencia de Roma, con el fin de constituir la identidad nacional. El viraje hacia la simplificación de los ritos religiosos, la eliminación de la adoración a los santos y la creencia en la Biblia traducida a la lengua alemana —la creencia en la propia lengua, permitieron a varios pueblos de Europa unificarse en torno a nuevos símbolos y liberarse de quienes los dominaban amparados bajo el discurso religioso.

La Reforma de Lutero benefició a los príncipes y los príncipes protegieron a este pensador, de quien se decía, podría ser asesinado. Lutero otorgó a los aristócratas la protección y el orden de su Iglesia, y con ello mantuvo cierto maridaje entre Iglesia y Estado, como también lo tenía la institución católica con otros dirigentes en las tierras del sur. Este orden empoderó a los príncipes alemanes, dándoles el control no sólo de la Iglesia sino también de la población mediante una importante justificación religiosa. De este modo el príncipe regional terminó por convertirse en un Papa en un territorio limitado.

Un episodio oscuro en la historia de Lutero es su apoyo al príncipe alemán en la Guerra de los campesinos. Se trataba de aldeanos y líderes religiosos que buscaban llevar la Reforma a una expresión más radical. Ellos se apoyaron en el Evangelio para declarar derecho sobre las tierras y establecer en ellas comunidades de fe. Anunciaban la vivencia de un Reino de Dios sobre la tierra y predicaban un nuevo bautismo para los fieles. Pero Lutero vio que esta revolución podría comprometer sus proyectos ante los ojos de los gobernantes e instó a la autoridad civil a que actuara sin miramientos. De esta manera, no fue capaz de asumir las consecuencias sociales de sus ideas y permitió que el ejército del príncipe acabara con los radicales.

Sin embargo, no se debe juzgar a Lutero como si él hubiese pretendido ser un hombre perfecto. Su teología reconoce abiertamente que el ser humano es pecador y nunca deja de equivocarse. Simul iustus et peccator es una de las convicciones más profundas de este teólogo. El ser humano es, simultáneamente, justo y pecador, y solo recibe el favor de Dios por iniciativa divina, no por ningún esfuerzo terrenal.

La Reforma Protestante se ha extendido a lo largo del mundo no sólo en su versión luterana sino en muchas expresiones: calvinista, anabaptista, bautista, anglicana, metodista e incluso pentecostal. Ha logrado liberar a muchas personas del sentimiento de culpa y las ha orientado a volver a las fuentes, manteniendo con ellas un diálogo crítico. Incluso ha llegado, en los últimos años, a encuentros fructíferos con la Iglesia Católica, en los cuales han conseguido establecer acuerdos en torno a la Salvación por Gracia y a un consecuente esfuerzo por practicar la responsabilidad ante Dios y el prójimo.

El impulso de la Reforma nunca ha sido un llamado para que los creyentes se queden estáticos, sino para que la fe sea evaluada con frecuencia y se mantenga en movimiento. Su gran legado invita a protestar contra toda sedimentación de las creencias.

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