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Trinidad y justicia: Dios en la Biblia y el periódico

Domingo de La Santísima Trinidad (Junio 7, 2020)

Cada que celebramos una solemnidad en la Iglesia tenemos la oportunidad de conocer un poco más sobre nuestro Dios: quién es, cómo actúa, cómo se manifiesta. En esta misma pedagogía, por ejemplo, hace una semana, celebramos la fiesta de Pentecostés y pudimos aprender mucho acerca del Espíritu Santo, de sus dones, de sus frutos, entre otras cosas.  

Hoy ponemos la mirada en uno de los misterios más grandes y maravillosos de nuestra fe cristiana: la Trinidad. Sería imposible explicar una doctrina de más de diez y nueve siglos en una homilía. Karl Barth, teólogo suizo del siglo XX, decía que la teología debía hacerse “con la Biblia en una mano y el periódico en la otra”. Las Sagradas Escrituras nos traen este fin de semana unos pasajes muy interesantes que nos ayudan a acercarnos a este misterio. Pero la realidad que estamos viviendo también permite comprender y contar ese aspecto fundamental de la fe de nuevas maneras. 

 Demos primero una mirada a esos textos.  

La primera lectura en Éxodo 34,4-6.8-9 nos narra el episodio en el cual Dios se manifiesta al pueblo de Israel para hacer un pacto con ellos. Después de haberlos liberado de Egipto, Dios entrega a Moisés unas leyes y ordenanzas con el fin de establecer una alianza con ellos. Moisés conoce a Dios, ha visto su actuar y sabe que no es una divinidad vengativa ni pendenciera. Incluso, después del acto de infidelidad del pueblo al adorar el becerro de oro, Dios, sin plagas destructivas, da la nueva oportunidad para conocerle a través de la Alianza. 

Moisés hace una profesión de fe que se repetirá constantemente en todo el Antiguo Testamento y que se convertirá en la marca de la identidad del  “Yo Soy”: “YHWH, YHWH, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad”. Los profetas invocarán a este mismo Dios repetidamente, llamando al pueblo, a veces de maneras desesperadas, a apostar con fidelidad al proyecto que Él quiere realizar con ellos.  

Posteriormente, en el Evangelio de Juan nos encontramos con un pasaje extraído de una conversación nocturna (3,16-18). Jesús habla con Nicodemo haciendo unas manifestaciones deslumbrantes a cerca de esa divinidad acontecida en el Sinaí en medio de los truenos y relámpagos y que ahora lo hace través de  su Hijo. Primero fueron unas leyes y ordenanzas las que buscaban reflejar el rostro y la identidad de este Dios desconocido e invisible. Ahora es un ser humano quien abrirá los alcances de este proyecto de Alianza amorosa no solo con un pueblo, sino con todos aquellos que se quieran acoger a sus enseñanzas. ¿Cómo? Por medio de la comunicación de su Espíritu. 

Las primeras comunidades cristianas, reflexionando en las palabras de Jesús, descubrieron la relación profunda que existía entre estas dos personas, el Dios de la Alianza y el predicador de Nazaret. Además, descubrieron que el vínculo entre ellos era compartido con todos los que asumen las enseñanzas del maestro de Galilea como norma de vida. Divinidad amorosa con rostro de hombre que se quiere mostrar a los seres humanos como Padre y entrega, a través de su Hijo, un proyecto de vida para que el mundo, los seres humanos y toda la creación, no se pierdan en el sinsentido.   



 

¿Quién es Dios? Nos podríamos preguntar en medio de toda esta conmoción. O mejor aún, ¿cómo entender el misterio de la Trinidad confrontada con el misterio de dolor, el sufrimiento y el mal en el mundo? Este Dios trino que confesamos no es una entidad encerrada, sino un Dios que sale constantemente al encuentro del ser humano.

Esa es la Biblia. Ahora bien ¿qué nos dice el periódico?

Las noticias no son muy alentadoras. El coronavirus ha dominado los titulares por muchos meses. Aunque la curva de contagio se va aplanando, aun seguimos en pandemia y el riesgo de contagio es latente. Las consecuencias económicas hacen mella en muchas familias produciendo miedo, inseguridad e incertidumbre por el futuro debido a la falta de empleo y el confinamiento. 

Por otro lado, en los Estados Unidos una nueva ola de protestas contra el racismo se ha levantado a raíz del asesinato de George Floyd. La situación ha hecho sangrar una vieja herida. 

¿Quién es Dios? Nos podríamos preguntar en medio de toda esta conmoción. O mejor aún, ¿cómo entender el misterio de la Trinidad confrontada con el misterio de dolor, el sufrimiento y el mal en el mundo?  

Este Dios trino que confesamos no es una entidad encerrada, sino un Dios abierto, dinámico, en constante movimiento vital y creador.  

Este Dios que primero se reveló de maneras grandilocuentes y que ahora se manifiesta en la humildad de un hombre pobre y sabio, se encuentra con los hombres y las mujeres de todos los tiempos para restaurar su dignidad primordial: seres amados y creados por amor.   

Este Dios, encarnado en su Hijo, nos comunica su Espíritu para que narremos, con palabras y hechos, la historia del Dios-Amor que hace contrapeso a los relatos de odio que segregan y aniquilan la dignidad y la vida de otros. 

Este Dios misericordioso y clemente, Dios de justicia, creador de comunión, restaurador de la reconciliación, nos hace constructores de paz. 

La celebración de esta importante fiesta nos ayuda a comprender la identidad de este Dios con otros sentidos y apreciaciones, inagotable Él, fuente perenne de significados y posibilidades para quienes se asoman  al misterio del Padre, de su Hijo Jesús y del Espíritu Santo que se nos ha dado. 



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