Cuidar la viña

Domingo XXVII del tiempo ordinario

En la liturgia de la palabra del fin de semana pasado, Jesús dice a los sacerdotes y a los ancianos que las prostitutas y los publicanos los precederán en el reino de los cielos. En el evangelio de este domingo (Mateo 21,33-43), Jesús reconstruye el poema de Isaías “el canto de la viña” (Isaías 5,1-17) para decirles que, a ellos, se les quitará el reino de los cielos y se les dará a otros que produzcan frutos. Por dos fines de semana el Señor les llama la atención sobre algo que están dejando pasar por alto. Dios les ha encargado una viña, pero no han hecho la tarea encomendada y han usurpado el fruto que debían compartir con otros. La viña ha dado frutos amargos.

La imagen de la viña en la Biblia, como lo dicen los dos relatos que leemos este fin de semana, representa al pueblo de Israel. Siendo el vino una bebida cotidiana, los viñedos son de gran importancia en la economía de los pueblos mediterráneos. La comparación, entonces, tiene la intención de enfatizar la responsabilidad que tiene el pueblo de Israel en el plan de salvación que Dios ha diseñado para los hombres. El vino “que alegra el corazón del hombre” es el fruto de la salvación y la viña el lugar donde se produce.

Israel (la ladera fértil), ha recibido la revelación de Dios (semilla de buenas uvas) para anunciar al mundo la liberación y la salvación (el vino). Pero el encargo no ha salido bien porque Israel no ha compartido el fruto de la vid, por el contrario, ha practicado la injusticia y se ha apropiado de algo que le fue encargado, no como propiedad privada, sino como herencia para todos los pueblos.

La denuncia de Jesús está dirigida al olvido de esa responsabilidad salvífica que Israel tenía con el mundo, pero que fue olvidando por proteger los intereses de los líderes, acomodados en sus posiciones de poder.

La salvación de la esclavitud empezó en Israel como un modelo para ser replicado en todos los pueblos de la tierra. La proclamación de la fe en el Dios YHWH, de acuerdo particularmente al profeta Isaías, no era el anuncio de la supremacía de una religión o una nación particular sobre el resto. Se trataba de un ethos (modo de ser en el mundo), de una forma particular de relacionarse en todas las dimensiones (con el otro, con el mundo, con uno mismo, y con Dios) y de un organizar la vida de forma concreta en torno a eso que Dios había mostrado para garantizar que la dignidad humana estuviera protegida.

Pero la viña dio frutos amargos. Los esclavos, una vez liberados, se volvieron señores, los pobres oprimidos, una vez enriquecidos, se volvieron opresores.



La figura de la viña podría emplearse para hablar no solo de una responsabilidad colectiva, también personal. La denuncia de Jesús a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo se extiende a todos aquellos que han recibido un encargo y, por supuesto, a los cristianos de hoy.

La figura de la viña podría emplearse para hablar no solo de una responsabilidad colectiva, también personal. La denuncia de Jesús a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo se extiende a todos aquellos que han recibido un encargo y, por supuesto, a los cristianos de hoy.

Pensando en cada uno de nosotros como una viña plantada y cuidada por el Señor, nuestras vidas han sido dotadas, de uno u otro modo, con capacidades intelectuales o emocionales para que podamos participar también de ese proyecto liberador y salvador que Dios ha revelado, apoyando a aquellos quienes no han corrido con la misma suerte en la vida. Todos, en diferente medida, somos buenos para algo, hemos recibido una responsabilidad, una tarea o un encargo por hacer.  Claro, por diversas causas esas capacidades muchas veces se han malogrado, o hemos perdido de vista nuestro papel y encargo en este proyecto, o hemos desperdiciado lo que se nos ha entregado para el bien propio y de otros.

 El llamado de atención es al mismo tiempo una invitación a la conversión, es decir, a considerar el reino de los cielos como un proyecto de salvación ofrecido por Dios a los hombres y mujeres, desde su bondad y magnanimidad, pero que requiere de nuestra participación, de nuestro trabajo y nuestro esfuerzo. Por lo tanto, se hace necesario hacer ajustes constantemente para asegurarnos de que estamos usando y aprovechando aquello que hemos recibido, no solo para nuestro bien y provecho persona, también para aquellos a nuestro cargo.

 Dios se pregunta, por boca de Isaías, ¿Qué más pude hacer por mi viña que yo no lo hiciera? Nosotros también podríamos preguntarnos ¿qué más podría hacer por esta viña? Algunas nuevas espiritualidades hablan de la salvación con un tono bastante individualista, como un asunto privado que solo concierne al bienestar psicológico y emocional del individuo. El otro, que se las arregle como pueda.

 Sería interesante si hiciéramos hoy un inventario de aquellos dones, talentos y capacidades que hemos recibido, dar gracias por ellos y considerar cómo los estamos usando; si como los viñadores malvados hemos querido apropiarnos de un fruto que no exclusivo para nosotros o si alegremente, compartiendo aquello que se nos confió para el beneficio de quienes no han experimentado la vida como una viña sino como un lodazal.

 

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