Actitud proactiva

Domingo XXXIII del tiempo ordinario

 Estos tres domingos hemos estado escuchando los textos del evangelio de Mateo que nos hablan de la segunda venida de Jesús (la parusía), y las actitudes y disposiciones necesarias para esperar ese acontecimiento. Son textos escatológicos, es decir, nos hablan de acontecimientos futuros que no tenemos certeza cuándo ocurrirán.

También dije la semana pasada, que la segunda venida de Jesús es incierta para todos los cristianos. Y dicha incertidumbre nos lleva a darle nuevos significados a este evento, como, por ejemplo, que Jesús viene de muchas otras formas a nuestra vida todos los días, al cual se refería San Antonio Abad en una de sus homilías de Adviento o la “tercera venida de Jesús” de San Bernardo de Claraval.  Aunque esto es válido, no podemos despreciar el contexto escatológico de este evangelio, o sea, la connotación en la finitud de la existencia y nuestra vocación de infinito, es decir, la esperanza en la vida eterna, porque ella parte del fundamento básico de nuestra fe: la resurrección de Jesucristo.

La parábola de los talentos que escuchamos en el día de hoy (Mateo 25,14-30) hace parte de tres parábolas y una enseñanza final sobre el Reino de Dios a la luz de la segunda venida de Jesús. Este grupo de parábolas nos hablan de las actitudes apropiadas para esperar a Jesús y nos invitan a hacer presente, aquí y ahora, el reinado de Dios.

Los tres servidores del relato reciben cierta cantidad de dinero para cuidar. El último de ellos sólo recibe un talento, pero su actitud perezosa y miedosa lo detiene para hacerlo crecer. Los dos primeros devuelven lo recibido con cierta ganancia, por esto son recompensados participando en “la alegría de su señor”.

Si las diez vírgenes, parábola anterior a esta, nos señalaban la necesidad de ser precavidos, de vivir en una tensión permanente entre el presente fugaz y el futuro que se aproxima con rapidez, los servidores de esta parábola nos enseñan a tener una actitud proactiva, poniendo manos a la obra, haciendo de la espera un momento de trabajo, de acción, para que al retornar el Señor, sea cuando sea, presentemos los frutos de nuestro trabajo.

 

una actitud propuesta por la parábola es no encerrarse, no dejar que el miedo o la confusión por la ausencia del señor acabe los ánimos de seguir trabajando. El amo no ha abandonado la casa, más bien ha confiado sus posesiones a sus servidores para que ellos se hagan cargo y preparen el futuro.

Tanto la actitud proactiva de los servidores fieles, como la pereza del tercer servidor, nos hablan de una responsabilidad que tenemos con los que vienen detrás de nosotros. Al ser conscientes de nuestra condición pasajera en este mundo, comprendemos que nuestros talentos, bienes, posesiones, en fin, todo lo recibido,  es un encargo para vivir bien este momento y dejar abierta la posibilidad de un mejor futuro para las siguientes generaciones. Al carecer de esta consciencia, el uso y el abuso de los recursos naturales y humanos da paso al desastre ecológico que estamos viviendo.

En el contexto de la comunidad de Mateo, donde se escribió esta parábola, hay una crítica a cierta actitud de los judíos de su época por haberse escondido después de la destrucción del templo de Jerusalén. Su actitud fue elevar un muro alrededor de la Torá, o mejor, enterrarla para que no sufriera ningún daño. La vocación misionera de Israel, propuesta siglos atrás por los profetas, se vio malograda por el miedo a perder lo poco que tenían cuando la debacle de la destrucción se les vino encima. 

Ese miedo, disfrazado de muchas razones, nos puede paralizar a nosotros, impidiendo que ofrezcamos a los demás los talentos que hemos recibido. Pensamos en el qué dirán, en el fracaso, en el sufrimiento, y dejamos que nuestra cabeza y nuestro corazón se llene de razones sin fundamento para no multiplicar nuestros talentos. 

Por otro lado, una actitud propuesta por la parábola es no encerrarse, no dejar que el miedo o la confusión por la ausencia del señor acabe los ánimos de seguir trabajando. El amo no ha abandonado la casa, más bien ha confiado sus posesiones a sus servidores para que ellos se hagan cargo y preparen el futuro. 

Una forma concreta de comprender esta actitud la encontramos en la primera lectura tomada del libro de los Proverbios (31, 10-13.19-20.30-31). Este himno canta las labores de una mujer que pone todo su empeño en el servicio a su familia y a los más necesitados de su comunidad. Trabaja decididamente con los talentos que ha recibido y los multiplica para el beneficio propio y de los suyos. Esta mujer, sin duda alguna, hace concreta la actitud propuesta por el evangelio. 

Poner a producir los talentos no es simplemente un mensaje de efectividad o productividad. Se trata de una invitación a asumir una postura proactiva en los momentos de espera, sobre todo cuando ellos son confusos o calamitosos, o cuando la espera es demasiado larga . Ser conscientes además del regalo de la salvación que está por llegar, y para el cual nos preparamos con una actitud responsable hacia los demás.

De esta manera se hace presente el reino de Dios en el aquí y ahora y se prepara el momento futuro de la llegada del Señor, las cotidianas y la definitiva.

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