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Preparar el acontecimiento

Segundo Domingo de Adviento

Este es un tiempo de preparaciones. Se prepara la casa con los adornos de navidad, las comidas y los regalos que se compartirán, las celebraciones y las fiestas, que este año, de manera particular, tendrán que ser mejor planeadas para que todos estemos sanos y protegidos del virus, entre otras cosas.

Al preparar, es importante recordar qué es lo que celebramos, cuál es el motivo que nos reúne en torno a las fiestas decembrinas.

En esto, las lecturas del segundo domingo de adviento nos ofrecen algunos puntos de reflexión interesantes. Tratemos de responder a estas preguntas: ¿Qué se prepara? ¿Cómo se prepara? ¿Quién lo prepara? ¿Para qué se prepara?



1. ¿Qué se prepara?

En la primera lectura (Isaías 40, 1-5.9-11) leemos la segunda parte del libro del profeta Isaías, también conocida como “El libro de la consolación” por ser el tema predominante. Las imágenes que usa el autor en esta sección hablan de cercanía de Dios, de fortaleza y coraje para los débiles y del inicio de una nueva realidad al momento del retorno a la patria. Es, por cierto, una de las secciones más bellas de todo el Antiguo Testamento.

El profeta ahora es mensajero de una buena noticia para el pueblo cautivo en Babilonia: su exilio está a punto de acabarse. Por tanto, Isaías invita a preparar el regreso, primero, consolando al pueblo que ha vivido en cautiverio por tantos años, esperando una manifestación del poder de Dios; segundo, anunciando el fin de dicha servidumbre.  

En la segunda lectura (2 Pedro 3, 8-14), el apóstol le recuerda a la comunidad cristiana: “nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia”. Esto es lo que Dios dispone, una nueva realidad, donde las antiguas estructuras de opresión serán abolidas.

Se prepara además una nueva manifestación de Dios a través de su Hijo Jesús, quien llevará a último término el plan de liberación para el nuevo pueblo. Él traerá el fuego del Espíritu como garante de la nueva alianza que se sellará entre Dios y la humanidad.

2. ¿Cómo se prepara?

El profeta Isaías habla de allanar caminos, abrir sendas, hacer posibles las rutas para el regreso de los cautivos. No se trata de imponer cargas sino, por el contrario, de alivianarlas para que el viaje se haga más simple, aunque el camino de retorno no será fácil y la adaptación a una nueva vida y orden social será siempre complicado.

No faltarán los antiguos caciques que quieran tomar control del poder y volver a someter a los débiles, los pobres y los cansados a nuevas formas de esclavitud. Por eso es necesario recordar que Dios quiere inaugurar una nueva realidad de libertad y justicia.

 Por otro lado, el evangelio de Marcos nos dice que Juan el bautista predica el arrepentimiento para el perdón de los pecados que traerá Jesús.

Este arrepentimiento implica una decisión consciente y un esfuerzo constante por abandonar esas estructuras antiguas de pecado, personales y sociales, que buscan imponer los intereses egoístas de unos pocos (o los míos) para su propio beneficio por encima del bienestar de los demás. El arrepentimiento que pide el Evangelio es el del compromiso diario a través del amor ofrecido a los demás, como signo de compromiso con esa nueva realidad que inaugura la llegada del Mesías.

 

3. ¿Quién lo prepara?

Parece que Isaías se dirige a los líderes de la comunidad, quienes recibieron el encargo del rey persa Ciro para guiar a la comunidad judía de vuelta a la tierra prometida.

Por su parte, el evangelio (Marcos 1,1-8) nos presenta a Juan, el precursor, quien prepara el terreno para el ministerio de Jesús. La suya fue una predicación fuerte, implacable hacia los aristócratas y ricos, y cercana con los pobres y necesitados.

La descripción que hace Lucas de Juan Bautista es la de un excéntrico en todo el sentido de la palabra, es decir, aquel que se quita del centro para que la atención recaiga sobre el mensaje y la persona a quien anuncia, aunque Juan es un hombre con una palabra fuerte, arrolladora, es pobre, sin ningún poder económico o político, sin aliados en las cortes que lo pudieran rescatar en momentos de apuro. Su estrategia es proclamar con fuerza y dejar el resultado en manos de Jesús.

Pero, sobre todo, quien prepara es el Señor. Todas las lecturas de este fin de semana subrayan repetidas veces que Dios quiere manifestar su presencia: “Aquí está tu Dios, lleno de poder. Como pastor apacentará a su rebaño; llevará en sus brazos a los corderitos y atenderá solícito a las madres”. Él “dará la lluvia” para que la tierra del fruto, anunciando “la paz para su pueblo y sus amigos”.

Tanto los líderes del pueblo de Israel en el siglo IV como Juan el bautista, representan el liderazgo que todos hemos recibido en virtud del bautismo y que se ejerce en distintos niveles: en la casa, en el trabajo, en la escuela, con los amigos, con los familiares.

 

Nos preparamos para que la venida del Señor no pase de largo y no sea un acontecimiento como otros tantos, sino una experiencia verdaderamente renovadora, que cambie las estructuras, las relaciones, la percepción de la vida.

4. ¿Para qué se prepara?

La respuesta parece obvia: nos preparamos para la Navidad. Pero esta celebración no puede limitarse a un momento en el calendario, del 16 al 25 de diciembre, o unos días más. Más que un evento, la Navidad tiene que ser un acontecer diario de la vida divina en los creyentes, porque ella hace presente el misterio de Dios que se hace hombre, es decir, que comparte nuestra humanidad.

Nos preparamos para que la venida del Señor no pase de largo y no sea un acontecimiento como otros tantos, sino una experiencia verdaderamente renovadora, que cambie las estructuras, las relaciones, la percepción de la vida. 

 Este segundo domingo de Adviento recordamos que todo esfuerzo por alistarnos para vivir la Navidad es válido y necesario. Lo que podría parecer más trivial, como armar el arbolito de Navidad, adornar la casa, hacer las compras navideñas, hasta el redoblado esfuerzo en la oración y en la caridad, alcanza un sentido distinto si comprendemos que no estamos preparando solo un evento puntual sino un acontecimiento que transforma la existencia en todas sus dimensiones.  



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