WhatsApp Image 2021-07-30 at 10.00.15 AM

La psique como sacramento

Libro recomendado

El camino interior desde una perspectiva teológica y psicológica.

Ya el antiguo oráculo de Delfos le recordaba a los espartanos: “Invocada o no, la divinidad está presente”. “Todo está lleno de dioses”, decía el también griego Tales de Mileto. Desde antaño se nos ha alertado. Negar la naturaleza religiosa del ser humano es negar una fuente de la vida en sí, y con esto, a veces, el sentido de la propia vida. 

No solo en el plano individual, sino también en el colectivo, tarde o temprano, lo inconsciente nos alcanza. Al negar los medios y los aspectos que nos conectan con lo religioso, al reprimirlo o proyectarlo hacia afuera, su energía no desaparece. Por el contrario, se ha seguido manifestando con la violenta fuerza de lo inconsciente. El recrudecimiento de la agresividad, de la segregación, del odio que expresamos hacia otros seres de nuestra misma especie es, por decir poco, cada vez más escandaloso. La tristeza, la ansiedad, la depresión, el suicidio, las manifestaciones emocionales de que algo no está bien con nosotros, son motivo de preocupación de la Organización Mundial de la Salud y pedidos de ayuda en la consulta de psiquiatras y psicólogos. El alma humana está enferma, perdida, reprimida, caótica, desordenada. 

Decía Nietzsche que ‘Dios ha muerto’. A lo que le agrega el analista Luigi Zoja “y con él, el prójimo”. Estamos vacíos adentro, pero llenos afuera de cosas por hacer. Perdidos y tristes, ansiosos y llenos de miedo, los humanos atravesamos un momento histórico que, una vez más, nos cuestiona sobre nuestra vida, sobre nuestro propósito en el mundo, sobre el dolor, la muerte y la enfermedad, sobre la existencia de Dios y su presencia en nuestras vidas en momentos como este. 

El camino interior ha sido, desde antaño, una vía que le permite al ego, cual viajero, emprender un proceso de consciencia y escucha en el que le hablarán los símbolos que habitan en las profundidades del alma. Al realizar este viaje se vivifica la experiencia simbólica de la psique, la consciencia se conecta con lo trascendente y el ego podrá experimentar la presencia de Dios en la cotidianidad de la vida, incluso, en la adversidad de esta.

Las posturas de teóricos como el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung y el teólogo Paul Tillich, tejidas con rigurosidad y con alma por el también teólogo y analista junguiano John P. Dourley en su libro La Psique como Sacramento, nos recuerda con la evocación de su título que “la presencia de lo santo”, es decir, el sacramento, sucede en el interior del alma humana. 

La Teonomía como vía teológica y terapéutica

Tanto el teólogo como el psiquiatra parten de esta verdad psicológica: “lo religioso no puede ser erradicado de la condición humana”. A pesar, o gracias a la preocupación que ambos autores tuvieron en su época por las necesidades espirituales del momento, cuestionaron el vacío que han venido dejando las instituciones que protegen y custodian lo sagrado; además resaltaron -hace más de 100 años-  la importancia de restaurar y renovar constantemente el sentido y el significado de la religión. John P. Dourley, estudioso de la relación entre estos dos grandes pensadores de la psique y su naturaleza religiosa, no duda en bautizarlos, en su libro, como “dos de los mejores apologistas del cristianismo del siglo XX”.    

Con San Agustín, padre de la Iglesia y hombre atravesado por la experiencia de Dios, decimos también en la Iglesia Católica: “No vayas afuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad”. En la misma vía, de nuevo Tillich, así como Jung, defienden que, en la experiencia de visitar las profundidades de la psique, en la historia propia, en la vida misma, está la posibilidad de conectarse con Dios, “como ser que existe más allá de la vida” y que, a su vez, nos da una vida para conocerle conociéndonos. 

Dadas estas realidades, la habitación de Dios en el interior del alma y humana, y el alejamiento que lo humano tiene con aquello íntimo, simbólico, profundamente “religioso”, vemos que Dios continúa estando afuera. La psique colectiva sigue proyectando en las ideas, en los ideales políticos, en falsos líderes, en una serie incontable de “ismos”, aquella responsabilidad individual. Por eso somos cada vez más susceptibles de ser engañados. Las máscaras que históricamente ha usado y sigue usando “lo religioso”, nos han dejado ver que estas tienen mucho más de idolatría que de fe. Y la idolatría aleja al sujeto de sí mismo, lanza a Dios afuera, lo pone en otro. 

El método de Tillich, como el de Jung, consiste en mostrar la revelación desde adentro, “para encontrar al hombre y sanarlo”, para rescatar el ámbito creativo y vivificador de la experiencia con lo sagrado. Y su “técnica”, propuesta y desarrollada ampliamente por Dourley en este libro que además profundiza en otros temas vitales para el diálogo teológico / psicológico entre estos dos grandes pensadores, en términos de Tillich, será la “teonomía” como alternativa a la disyuntiva entre la autonomía a la que tiende el ego y la razón humana, y la heteronomía en la que la voluntad y la elección se encuentran sometidas a un poder exterior. En palabras de Tillich: 

“La ley más verdadera para el hombre es la ley de Dios escrita en lo más profundo de su ser, y de este modo, evita los extremos de la autonomía, en donde el hombre trataría de convertirse en su propia ley en el nivel superficial de la razón y la consciencia, y de la heteronomía, en donde el hombre, como criatura, simplemente se inclinaría ante el imponente poder de Dios”.

Lo que se traduce, a su vez, en términos psicodinámicos y “junguianos”, en un ego que ha visitado las profundidades del alma, que ha identificado los opuestos y ha desarrollado una “conciencia moral” tras la batalla de ángeles y demonios que luchan en su interior. Un ego más completo, lo que más podría acercarse al calificativo de “sano” -si es que tal cosa existe en una realidad que nos afecta a todos y todas-, es aquél que ha aprendido a ver sus inflaciones y sus depresiones, y va encontrando la manera de ser libre, autónomo, pero escuchando constantemente a Dios hablar a través de las imágenes en su propio corazón, en el interior, en la experiencia dada por el Espíritu.  

“En las profundidades del alma el trabajo psicológico y el religioso son uno mismo”, concluye Tillich. La convicción de que es necesario conocernos a nosotros mismos y confrontar en nuestra individualidad las luces y las sombras, lleva a estos autores a recordarnos que este es un camino en el que la escucha a Dios se aprende, y al escucharle, aquello que vive en el miedo, en la angustia, en el caos y el sufrimiento, es curado por lo divino de la vida en sí misma.

Share on facebook
Share on twitter
Share on email